Diario de un senador.
Mundo Diario. Jueves, 29 de Septiembre de 1977.
Don Melchor, cuanto me gustaría poder pedirle perdón.
Ha ido usted de prisa, Don Melchor. Salió mi artículo por la mañana y el director de MUNDO DIARIO ya me alertaba por la tarde de la existencia de su denuncia al Juzgado de Guardia y de la información de agencia al respecto. ¿No hay, en cambio, unas costillas estropeadas sin denunciar, desde hace más de una semana?
Yo le denuncié a usted en la prensa y usted me denuncia a mí en el Juzgado. Yo tengo la ventaja de ser senador, con una cierta inmunidad parlamentaria, ventaja de la cual seria feliz de poder prescindir. Usted tiene la ventaja de que el hecho ocurrió en terreno controlado por funcionarios y fuera de mi alcance. Siempre me ha costado mucho tener una información exacta de lo que pasa en la prisión. El encono de la situación favorece la parcialidad informativa, tanto por parte de funcionarios como por parte de presos.
Espero esté de acuerdo conmigo en que en este caso lo que importa no es ni su fama ni la mía, ambas puestas ahora en juego, sino la verdad o falsedad de la agresión a un preso. Supongo que aceptará que mi ánimo no es ofenderle a usted como yo acepto que su ánimo no es ofenderme a mí. Me extraña, sin embargo, la presteza en defenderse y el poco rigor en el esclarecimiento de lo que realmente pasó con Juan Carlos Cáceres Gambini. Yo ya supe, por boca de los médicos del Hospital Clínico, la noche del 17 al 18 de septiembre, que allí había ingresado este preso habiendo ingerido medicamentos en cantidades peligrosas. ¿Por qué estaba tan desesperado? Precisamente hablé con el otro compañero ingresado, en presencia de médicos, que no paraba de gritar: «Habrá represalias. El nuevo reglamento no sirve para nada. Es horrible. Habrá represalias», y así lo expuse en un articulo de MUNDO DIARIO, el día 20.
Tengo muchos interrogantes sobre el caso sin contestar. Mi información viene de tres fuentes diferentes. Puedo estar mal informado. Estoy dispuesto a rectificar, Pero estoy cansado de avisar primero, en privado, a las autoridades y, luego, en público, por la prensa, que las cosas de la prisión Modelo van mal. Si quiere Vd. que hablemos estoy a su disposición delante de su lugar de trabajo muchas horas al día. Créame que me duele haber producido quebranto a las costillas de su dignidad. Pero lo que importa en un litigio es el servicio de la verdad, no el salvar las buenas famas de los litigantes.
Lluís M. Xirinacs.