Agustí Chalaux de Subirà.
Presentación.
Queridos amigos:
Agustí ha
empezado el año 2.000 creando un nuevo documento para
repetir, con nuevas palabras y con su estilo provocador habitual,
lo que siempre nos ha repetido. Que -en un momento en que, gracias
a la tecnología, hay una auténtica acumulación
de bienes materiales- no sería nada difícil que
estos bienes llegasen a todos por el simple hecho de nacer,
si hubiera voluntad política de fijar unas nuevas leyes
económicas que tengan en cuenta la importancia de los
simples consumidores -las personas dedicadas a la actividad
altruista o las que no pueden o las que no quieren incorporarse
al mundo productivo-. Esta propuesta es imprescindible para
la buena marcha de la economía y de las sociedades desarrolladas.
En este documento nos recuerda -con los precedentes
históricos de Bismark, Marx y Lasalle- que la Renta
Básica (RB) a favor de todos los ciudadanos es una
fórmula muy rentable para que la economía de los
países industrializados pueda resolver el grave problema
de los excedentes de producción (que tantos dolores de
cabeza proporcionan a los industriales de estos países
durante los períodos de prosperidad y de estabilidad
política).
Agustí se
fija particularmente en el ejemplo del premio Nobel de Economía,
Maurice Allais; para qué sigamos conscientes de la hipoteca
que pesa -en un momento de dominio del pensamiento único
impuesto por los poderes económicos mundiales- sobre
los economistas que, incluso cuando tienen intuiciones absolutamente
creativas, prefieren no desarrollarlas por miedo a perder los
beneficios que les supone trabajar a favor del sistema imperante.
El caso de Allais es, desgraciadamente, el que se repite cada
día en la universidad, en los servicios económicos
de los bancos y en los departamentos de economía de los
medios de comunicación. Hay profesionales a menudo muy
preparados y que ven alternativas económicas que ayudarían
a sus conciudadanos, pero que optan por callar o por repetir
el discurso sugerido -mediante la garantía del sueldo-
por los poderes económicos que les han contratado.
Maurice Allais trabaja sobre la hipótesis
de un capitalismo comunitario como complemento del actual capitalismo.
Simplemente propone que debería crearse un Banco Comunitario
que administrara los saldos que los cuenta-correntistas no han
autorizado a los bancos para que con ellos hagan préstamos
bancarios según el sistema clásico de funcionamiento
de estas entidades. El Banco Comunitario tan solo trabajaría
con los saldos no dispuestos de las cuentas corrientes que no
entrarían en el circuito de las imposiciones a plazo.
Una parte de los saldos de las cuentas que, según Maurice
Allais, permitiría al Banco Comunitario recuperar la
función social de regulación de la cantidad de
dinero mercantil necesaria en el mercado. Función necesaria
e imprescindible para asegurar un gran dinamismo económico,
regulación que se conseguiría poniendo a disposición
de los simples consumidores el dinero que necesita una sociedad
mínimamente desarrollada, para absorber los excedentes
de producción que el dinamismo económico genera
en tiempos de paz.
Una vez más, es una propuesta para resolver
el problema de las sociedades que generan más riqueza
de la que pueden absorber sus agentes productivos. Es preciso
crear mecanismos para que los simples consumidores -agentes
de profesiones altruistas y liberales, grupos marginados, enfermos,
viejos y niños- puedan integrarse en el mercado y dar
un nuevo dinamismo a la economía puesto que ser consumidor
es una verdadera función de utilidad cuando hay excedentes
de producción.
En definitiva. Que no se trata de ayudar a
los que no trabajan por pura beneficencia (como puede plantear
una mentalidad paternalista). Si no de entender que la propia
economía -más acusadamente en períodos
de abundancia- necesita a los que no trabajan para que sean
consumidores de sus excedentes de producción.
Muy cordialmente, en nombre de Agustí
Chalaux.
El equipo de Can Bardina.
(Barcelona, 5 de marzo del 2000).
El capitalismo comunitario.
1. Los inicios: Bismarck, Marx y Lasalle.
Con bastante anterioridad a 1880, Bismarck
y Marx ya se comunicaban a través del sindicalista Ferdinand
Lasalle (1825-1864), habiendo llegado a una comunión
de ideales autopacificantes.
Como consecuencia de esta comunión de
ideales, en 1881, Bismarck dio plena libertad a los sindicatos
alemanes, mucho antes que cualquier otro gobierno, incluyendo
aquellos que se llamaban «avanzados», como los de
Inglaterra y el Estado francés.
Pocos años después, en 1885,
Bismarck fundó la primera Seguridad Social, también
mucho antes que ningún otro Estado y, con un grado tal
de perfección, que actualmente, esta Seguridad Social
bismarckiana, perdura en Alsacia y en el departamento de La
Moselle (en la Lorena), con unos resultados sanitarios (médicos,
hospitalarios, etc.) y contables muy superiores a la mucho más
moderna y excesivamente burocratizada Seguridad Social francesa
(por no hablar de la española).
2. Las primeras intuiciones.
Tanto Bismarck -con una concepción estrictamente
política- como Marx -con sus análisis económicos-
estaban de acuerdo en un proyecto que incluía como punto
esencial el poder dar gratuitamente a cada persona individual
no asalariada unos recursos vitales mínimos;
es decir, lo que hoy se entiende y se propone -sin ningún
resultado práctico hasta el momento- con los nombres
de renta básica por habitante, salario social, revenu
minimum par habitant o basic per capita income.
Las dos personalidades analizaron la posibilidad
de aplicar esta propuesta a todos los simples consumidores
pero ambos también constataron que este proyecto no podía
realizarse mientras perdurara el exclusivo capitalismo privado
(vigente desde hace 4.500 años en todos los imperialismos
mundiales).
Fue entonces cuando, cada uno por su cuenta,
tuvieron la intuición de que era vitalmente necesaria
la creación de un revolucionario capitalismo comunitario
que completara el vigente capitalismo privado, de forma
que se lograra un nuevo capitalismo total y armónico
gracias a la síntesis entre ambos.
Cuando en 1890 -después de más
de 25 años gobernando en régimen prácticamente
dictatorial y populista- Bismarck terminó por enfrentarse
con el acomplejado y belicista Guillermo II (que pretendía
unas orientaciones diametralmente opuestas a toda su política),
el canciller prefirió dimitir -debido a su devoción
por la dinastía Hohenzollern- antes que forzar la abdicación
del nuevo emperador.
Con la dimisión de Bismarck, desapareció
por el momento la intuición bismarckiana-marxiana de
un capitalismo comunitario.
3. Una nueva intuición hacia un posible
capitalismo comunitario en nuestro tiempo.
Mucho
antes de que le concedieran el Premio Nobel de
Economía, Maurice Allais -al igual que otros muchos
economistas- constató que en el actual sistema socioeconómico,
dominado por las grandes instituciones financieras privadas
(bancos, cajas de ahorro y compañías de seguros)
se producía un anquilosamiento regresivo de la economía
mundial. La razón de esta regresión es que las
instituciones financieras privadas reciben el dinero privado
de un 95% de los asalariados, pero sólo un máximo
del 25-30% de estos asalariados tienen solvencia suficiente
para que se les puedan conceder, con seguridad, los tradicionales
préstamos bancarios.
La consecuencia evidente es que las instituciones
financieras privadas no pueden ejercer, en cantidad suficiente,
su oficio peculiar y antiquísimo de prestamistas y se
ahogan con tanto dinero privado mercantil inutilizado e inutilizable,
si no es para armamentos rápidamente obsoletos, guerras
locales cínicamente provocadas o para una generalizada
corrupción por parte de todos los poderes (normalmente
asociada al mercado negro y al tráfico de influencias).
Ante esta evidencia, Maurice Allais tuvo la
genial nueva intuición de un capitalismo comunitario
que completara armoniosamente el capitalismo privado hasta
ahora exclusivo, y propuso una solución práctica
auto-social muy inteligente, que sólo podemos resumir
brevemente en este artículo.
La solución propuesta por Maurice Allais,
consiste en que cada cuenta-correntista en un establecimiento
bancario decide, con total libertad personal, la cantidad de
su dinero privado (total ó parcialmente) que quiere poner
a disposición del banquero y la duración, (con
un tiempo documentalmente contratado), a fin de que la entidad
financiera privada lo utilice según su oficio tradicional:
los préstamos bancarios.
Lo que queda en cada cuenta corriente a disposición
exclusiva de su propietario privado, es lo que Maurice Allais
llama saldos libres (por el hecho de no estar contratados
documentalmente con el establecimiento financiero privado).
La totalidad de estos saldos libres
de todas las cuentas corrientes privadas en todos los establecimientos
financieros es puesta tele-informáticamente -sin necesidad
de retirar físicamente los saldos de cada banco- a plena
disposición bancaria del Tesoro nacional, constituyendo
un Banco comunitario. Este último deberá
emplearlos en obras sociales gratuitas a favor del consumo,
a ejemplo de lo que ya se había realizado en Mesopotamia
hace ya unos 7.000 años.
El Banco comunitario pagará a
los propietarios de los saldos libres de cuentas corrientes
privadas un elevado interés, forzando así a las
entidades bancarias privadas a que su tradicional, exclusiva
y legítima actividad de prestamistas bancarios
privados, sea, inteligentemente, mucho más lucrativa.
La contabilidad detallista -indispensable
en el libre mercado privado y practicada desde los inicios de
la época histórica (recuérdase los archivos
contables del Templo Rojo de Uruk, en Mesopotamia, a mediados
del IV milenio antes de Cristo)- es tema exclusivamente privado.
El Banco comunitario debe prescindir de ella y tan solo
debe saber exactamente el montante total de sus entregas gratuitas
a los simples consumidores y a las instituciones sociales, para
que queden debidamente compensadas con los saldos libres disponibles
(con el correspondiente coeficiente de seguridad que marque,
en cada momento, la prudencia bancaria de los responsables de
la entidad comunitaria).
Estas entregas gratuitas hacen pasar el dinero
comunitario (que no necesita contabilidad detallista) a
dinero privado (que sí lo necesita). Cosa muy fácil
hoy en día gracias a la tele-informática vigente,
en rápido progreso tecnológico.
El Banco comunitario solo debe poder
medir con exactitud que este total dinero comunitario gratuito
-cedido exclusivamente con fines de consumo privado a favor
de los simples consumidores- haya pasado al ciclo de
la producción mediante el comercio al por menor, dando
un nuevo dinamismo al conjunto de la economía de acuerdo
con los excedentes de producción disponibles en el mercado.
4. El individuo no asalariado (simple consumidor).
Para mejor comprender nuestra hipótesis
de trabajo, es necesario definir lo que entendemos por individuo
no asalariado o simple consumidor.
Se trata, en primer lugar, de individuos que
no pueden encontrar un empleo asalariado en el sistema productivo
y que, por consiguiente, están condenados a permanecer
en situación de paro.
Pero, en un sentido más amplio, también
incluye a todos aquellos individuos que no pertenecen al sistema
productivo. Sea -como acabamos de indicar- porque son parados
sin posibilidad de encontrar empleo, sea porque son individuos
que libremente prefieren mantenerse al margen del sistema productivo.
En la segunda hipótesis, hay un primer
ejemplo fácilmente asumible por el conjunto de la sociedad:
el de las vocaciones altruistas al servicio de la comunidad
(voluntarios, cooperantes, médicos, pedagogos, etc.).
Pero también debemos incluir a todos aquellos individuos
que escogen libremente permanecer fuera del sistema productivo
y que, como simples consumidores, también tienen un papel
social que produce mejores beneficios a quienes han optado por
pertenecer al mundo productivo.
5. Conclusión.
Con estos tres ejemplos -Bismarck, Marx y Allais-
solo hemos pretendido demostrar que existen propuestas alternativas
al problema considerado irresoluble de la salida de los excedentes
de producción que los individuos solventes del actual
sistema económico son incapaces de comprar. La solución
es la de incorporar a los simples consumidores como agentes
solventes del mercado.
Por desgracia, esta posibilidad ha sido sistemáticamente
desechada por los poderes políticos y económicos
y, demasiado a menudo, los economistas pagados por el sistema
han preferido la seguridad de un salario al servicio de los
poderes establecidos al riesgo de verse relegado de sus cargos
debido a propuestas innovadoras (consideradas excesivamente
revolucionarias por los mentores del «pensamiento único»
impuesto por el actual poder mundial).
Agustí Chalaux de Subirà.
Presidente del CEJB.
Barcelona, 28 de febrero del 2000.
Enlaces relacionados:
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