Del pacifismo a la lucha no violenta.
La vía cívica, pacífica y democrática –manifestaciones y votaciones– ha permitido construir un movimiento transversal inédito, y pasar en pocos años del 14% a alrededor del 50% de apoyo a la independencia. El pacifismo sí ha servido. El 1-O de 2017 esta vía fue superada por un acto de desobediencia civil que supuso el inicio de una nueva vía, la de la lucha no violenta que, sin negar la vía anterior, quiere forzar el diálogo político gracias a la confrontación no violenta.
La confrontación no violenta, en primer lugar renuncia a la violencia como forma de lucha política, no sólo por ética, –hace falta coherencia entre medios y fines–, no sólo para evitar la represión legal indeseada que comporta, sino también por eficacia –la violencia sitúa la lucha en el campo donde el estado tiene las de ganar–.
Pero la confrontación no violenta, en segundo lugar, es básicamente el arte de crear dilemas en el adversario –como fue el 1-O–, en que haga lo que haga –tanto si deja hacer como si reprime–, siempre sale debilitado; un arte de llevar la iniciativa, de sorprender, de convertir la represión en un bumerán, de centrar las acciones en una estrategia compartida que merezca asumir los riesgos que pueda comportar.
El arsenal de la lucha no violenta no sólo es la protesta, también lo es la no-cooperación (dejar de colaborar «legalmente» en todos los pilares de poder del adversario), la creación de soberanías, de poderes alternativos (fortalecer al propio tejido social, económico, político...) y, en último término, de ejercer la desobediencia civil para deslegitimar las leyes injustas, asumiendo las consecuencias y poner en evidencia su crueldad.
La lucha no violenta tiene unas actitudes, unos principios, unas tácticas diferentes tanto de las de la lucha electoral como las de la lucha violenta. Hay que conocerlas, entrenarlas y, sobre todo, practicarlas.
Toda acción tiene que tener un objetivo alcanzable, coherente con la estrategia general que fortalezca el movimiento y que lo acerque al objetivo final. El activismo no lleva a ninguna parte. No podemos continuar haciendo acciones simbólicas sensatas ni sustituir estas por acciones alocadas, unas y otras sin objetivos y sin estrategia compartida.
La mejor práctica es una buena teoría; la mejor acción es una buena estrategia. Esta es la única prioridad. Más allá de que el Tsunami nos sorprenda con acciones no violentas contundentes, tenemos como país, como organizaciones, como ciudadanía... el deber pendiente de acordar democráticamente unos objetivos compartidos y una estrategia para lograrlos.
Dediquemos las acampadas, los encuentros del día de reflexión, las reuniones habituales de las organizaciones a hacer esta reconversión de la vía pacífica a la lucha no violenta: objetivos compartidos, estrategia adecuada, formación y entrenamiento para acciones con objetivos alcanzables y coherentes.
Condicionemos a los partidos que votamos, aportemos propuestas a nuestras organizaciones, gestionemos nuestras emociones –frustración, rabia, miedo...– para asumir los nuevos riesgos que inevitablemente tenemos que correr.
Si la colosal energía, manifestada con varias formas no violentas por gente de todas las edades, la concentramos en un nuevo reto compartido que llegue «hasta la médula», podremos dar un nuevo gran paso en el inacabable camino de la libertad.
Martí Olivella. Marcha de Figueres a Puig de les Basses. Viernes, 1 de Noviembre de 2019.
https://www.lluitanoviolenta.cat
Video de la intervención:
https://youtu.be/UP0fDgSx1fs
Enlace del artículo original en catalán:
https://lluitanoviolenta.cat/posts/del-pacifisme-la-lluita-noviolenta-marti-olivella
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