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Al servicio de este pueblo. Lluís Maria Xirinacs. Artículos publicados en el diario Avui, cuando Lluís Maria Xirinacs era senador independiente en las Cortes Constituyentes españolas, entre los años 1977 y 1979, traducidos al castellano.
Diario de un senador. Lluís Maria Xirinacs. Artículos publicados en el rotativo Mundo Diario, cuando Lluís Maria Xirinacs era senador independiente en las Cortes Constituyentes españolas, entre los años 1977 y 1979.
Cuixart y el «salir de la prisión ya no es mi prioridad»: ¿por qué es importante su declaración?
Crític. Martes, 26 de Febrero de 2018.
Crític. Periodismo de investigación.
El Perseguidor. Blog de Sergi Picazo.
Cuixart y el «salir de la prisión ya no es mi prioridad»: ¿por qué es importante su declaración?
Sergi Picazo / @sergipicazo
Martes, 26 de Febrero de 2019.
El presidente de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, declarando en el juicio del 1-O, que se celebra en el Tribunal Supremo. Foto: ACN.
«Una persona como yo, hijo de obreros, que se ha tenido que buscar la vida y que, además, quiso ser empresario, existe porque no tiene miedo. Cuando no tengo nada a perder, como yo, te pasan cosas». Me lo decía Jordi Cuixart hace casi tres años en una conversación a fondo en CRÍTIC para conocer su vida y su pensamiento.
«Cuando no tengo nada a perder, como yo, te pasan cosas». «Cuando no tengo nada a perder, como yo, te pasan cosas». Lo repito porque lo he pensado hoy varias veces viéndolo sentado al banquillo de los acusados. Después de más de un año entre rejas. Sin ni siquiera un juicio. Sin haber cometido ningún delito de sangre. Pero, siempre, no sé como caray se lo hace, con una sonrisa permanente.
«Amb el somriure, la revolta. Així t’espero i t’imagino i en l’horitzó de la mirada el gest utòpic que et reclama.»
(«Con la sonrisa, la revuelta. Así te espero y te imagino y en el horizonte de la mirada el gesto utópico que te reclama.»)
(Lluís Llach).
Aun así, Cuixart no es un iluso. Él sabía perfectamente donde se metía. Él es de quienes apretaron las tuercas –en público y, me consta, en privado– a los políticos de Convergència y de ERC cuando quizás a alguno le temblaron las piernas al ver las ansias de revuelta. Es tan consciente del pan que se da que durante su declaración en el juicio del Tribunal Supremo aseguró en un hecho insólito hasta ahora que se retractaba de sus declaraciones ante el juez instructor en que se intentaba exculpar de los hechos y recortaba las consecuencias del 1-O porque, según ha dicho, «ya» no quiere salir de la prisión al precio que sea. Asume, pues, con toda la naturalidad, que es «un preso político, no un político preso», y sabe que le puede caer una condena durísima. Por eso, no tuvo miedo de plantear radicalmente un juicio político. «Ahora, salir de la prisión ya no es mi prioridad. Mi prioridad es denunciar la violación de derechos. Después de 500 noches en la prisión, lo que quiero es la absolución y la resolución del conflicto entre Cataluña y España». Punto. Durísimo. Sorprendente.
Solo un dato: Cuixart, en los últimos meses, tenía en la prisión las «Cartas desde la prisión», de Nelson Mandela.
A él y a Jordi Sànchez les acusan, principalmente, por los hechos del 20-S, en la rambla Cataluña con la Gran Vía, ante la consellería de Economía. La Fiscalía ha sido especialmente insistente para preguntarles por los daños a los coches de la Guardia Civil y por supuestamente impedir el trabajo de la comitiva judicial. Poca broma, porque le piden 17 años de prisión y 17 años de inhabilitación.
Se ha explicado mil veces, y con imágenes, que Cuixart gritó a la gente encima del coche de la Guardia Civil que se fuera a casa. Y, de hecho, no se ha explicado mucho que los manifestantes que había allá lo silbaran, abuchearan y criticaran porqué les pidió que volvieran a casa.
Se ha explicado mil veces que Cuixart pidió siempre que las manifestaciones independentistas fueran pacíficas y que las acciones de protesta fueran acciones de desobediencia civil no-violentas.
Cuixart, un hombre hecho a sí mismo y que viene de abajo, sabe un poco sobre estrategia, sabe un poco sobre cómo enfrentarse a alguien más poderoso que tú y sabe qué es la correlación de fuerzas. Sabe que el Estado es más fuerte: nadie puede poner ninguna épica ni decir que ha ganado... después de estar casi 500 noches en prisión preventiva y perderse los años de infancia de su hijo. Pero Cuixart también sabe donde puede hacer daño al Estado.
–¿Sabía usted que la policía disparó salvas para advertir a los manifestantes que estaban ante los colegios electorales el 1-O?, pregunta el fiscal.
–Sé que la policía disparó una bala de goma que vació el ojo de un manifestante.
–¿Sabía usted que 17 policías quedaron heridos por los enfrentamientos con los manifestantes?, pregunta de nuevo el fiscal.
–Sé que 17 policías están siendo investigados en un juzgado de Barcelona por las cargas policiales.
El fiscal ha acabado cabreado. Cuixart ya no tenía miedo a los jueces.
Ha nacido el cuixartismo.
El caótico, confuso y lleno de errores interrogatorio del fiscal a Cuixart ha hecho emerger el fenómeno Cuixart y el cuixartismo. Entró en el juicio como preso político; pero, quiera él o no, saldrá como referente político de buena parte del independentismo. El interrogatorio a Cuixart puede tener consecuencias imprevisibles en la política catalana de los próximos años, quizás no a corto plazo, sino a largo plazo. Cuixart, hasta ahora y al contrario de Jordi Sànchez, que venía de ser el líder de la ANC y se presentó como diputado de Junts per Catalunya, no ha entrado en ningún partido político y siempre ha rehuido los cantos de sirena para presentarse a elecciones. Pero... cuando salga de la prisión, ya veremos qué pasa. El cuixartismo, un fenómeno políticosocial, ha nacido para quedarse: mezcla de lo social y nacional, tiene un acento sin duda izquierdoso, reivindica los orígenes españoles de muchos catalanes y el castellano como lengua en Cataluña, se expresa con contundencia verbal y no es nada políticamente correcto.
Es obvio que el cuixartismo estuvo sometido aquellos meses del Otoño Caliente catalán a muchas contradicciones y momentos no del todo coherentes. Apoyar a un presidente convergente, apoyar a un partido salpicado por el 3% e impulsor de los recortes sociales... y a la vez impulsar campañas tan radicales como la de «Luchas compartidas», traer la Noche de Santa Llúcia de Òmnium por primera vez en la historia a L'Hospitalet de Llobregat y defender a los Comunes y Ada Colau de los ataques de la nueva derecha independentista. Sí, Cuixart es especial: tensaba la cuerda por un lado, y sí, Cuixart aflojaba y pedía calma por otro lado. Me gustaría preguntarle si él apoyaba a la DUI después de hacer el 1-O o si creía que había que ampliar apoyos antes de lanzarse al vacío cuando no había nada preparado para el día siguiente de la independencia. Me gustaría preguntarle si él seria de los hiperventilados que acusan ERC y neoconvergentes de cobardes o si cree que todavía se tiene que ampliar el 48% de apoyo al sí. Me gustaría preguntarle si cree que los convergentes impulsaron la movilización para esconder sus corruptelas o no. Pero reconozco que, seguramente, no soy un «buen» periodista: en una situación tan excepcional y tan grave, encerrado en la prisión sin ni siquiera un juicio, hacerle estas preguntas críticas se me hace difícil.
Hace tiempo, en la entrevista a CRÍTIC, sí que le pregunté si tenía contradicciones, y me dijo esto: «Estas contradicciones son un gran éxito de país. Mucha gente ha aprendido a navegar entre contradicciones en los últimos años. ¡Esto es bueno!». Y, entonces, me explicó un día normal de su vida: por la mañana sube la persiana de su fábrica de 80 trabajadores en el Vallès, después se podía ir a comer con los empresarios del «lobby» Femcat, presidía las reuniones en la sede de Òmnium en medio del Eixample barcelonés y acababa la tarde haciendo una cerveza en el casal de la izquierda independentista Can Capablanca, de Sabadell. Fue insumiso al servicio militar. ¡Es socio de la cooperativa de Crític, de Amnistía Internacional y de mil cosas más! «Soy empresario y soy hijo de gente de clase trabajadora. No reniego ni de una cosa ni de la otra», me decía entusiasmado. Para acabarlo de arreglar, Cuixart añadió ante los jueces del Supremo que es independentista y «medio español» y «hijo de murciana».
De hecho, hay una cosa de las muchas que hizo Cuixart aquellos meses previos a su detención que explica los motivos por los cuales Cuixart es uno de los dirigentes independentistas presos que más apoyos reciben de todo el arco parlamentario. No era ninguna operación secreta que el Estado español ni los juzgados no puedan saber, pero fue una operación discreta y hecha sin micrófonos ni cámaras. Básicamente, Cuixart hacía cafés y hablaba con gente del mundo de la izquierda no (necesariamente) independentista. Era un momento de trincheras, de muros y de insultos entre independentistas y Comunes. Pero Cuixart sabía que el papel de los Comunes era fundamental para el 1-O y, en general, para superar el empate eterno al 50-50. La idea cuixartiana no era «ensanchar la base» ni «convencer» ni «hacer pedagogía» para enseñar la Buena Nueva Independentista a gente de izquierdas que no se había pronunciado ni a favor ni en contra de la independencia. Él quería, como lo decía él, «escuchar» y «compartir».
En un momento en que el independentismo tenía como lema informal «primero la independencia, y después ya veremos», hizo que una entidad originalmente vinculada a la burguesía y al nacionalismo clásico como Òmnium se inventara una campaña que vincula aquello social y aquello nacional en forma de «Luchas compartidas». No es casual. Cuixart ha hablado ante el juez del «No pasarán», de los insumisos, del cierre de ambulatorios, del genocidio de los pueblos indígenas de América Latina, de la desobediencia civil pacífica, de Martin Luther King, de las Pussy Riots, de los sindicatos o de Ada Colau. Incluso ha parafraseado el mítico dirigente de las Comisiones Obreras, Marcelino Camacho: «El derecho de huelga se gana haciendo huelga; el derecho de manifestación se gana manifestándose, y en Cataluña, el derecho de voto, votando. Lo que hicimos el 1-O fue un ejercicio de dignidad colectiva. No renunciaremos al ejercicio de derechos fundamentales». Esto es el cuixartismo.
Este Cuixart debe ser un chico muy peligroso, según la Guardia Civil, y por eso lleva en la prisión sin juicio más de 500 noches. Los jueces del Supremo no deben de entender nada.
Cómo me dijo Jordi, «cuando no tengo nada a perder, como yo, te pasan cosas». Hostia. Cojones.