La Guardia Indígena, eficacia comunitaria en Colombia.
La Directa. Viernes, 2 de Septiembre de 2016.
Internacional.
La Guardia Indígena, eficacia comunitaria en Colombia.
En Colombia resiste hasta hoy un organismo de defensa milenario que tiene cuidado del territorio ancestral y de la salud social y cultural de las comunidades originarias. Autónoma y eficaz, significa una lucha sin armas en un contexto de conflicto armado. Es la Guardia Indígena.
«¡Guardia Guardia! ¡Fuerza Fuerza!» es el grito de los Kiwe Thegna. / Ariel Arango.
Berta Camprubí bertacamprubi.
Publicado: Viernes, 2 de Septiembre de 2016.
El presupuesto en defensa y policía del Estado colombiano es superior al que se destina en la educación. Según un estudio de la Universidad Politècnica Grancolombiana, los últimos diez años de guerra han costado 64 millones de euros, un presupuesto con el cual se podrían haber construido tres millones de casas de interés social en un país donde, según el Banco Interamericano de Desarrollo, un 37% de las familias no tienen techo o viven en viviendas de mala calidad. Se calcula que el conflicto armado colombiano ha causado 260.000 víctimas mortales y seis millones de desplazados territoriales desde su inicio durante los años 60.
La Guardia preparada para el enfrentamiento con las fuerzas públicas durante la última Minga Agraria / Berta Camprubí.
Los aparatos militares del Estado, del paramilitarismo y de las diversas guerrillas desplegadas por el territorio suponen una cantidad innumerable de recursos humanos y materiales destinados en la guerra. Pero, en el ámbito local, encontramos centenares de colectivos comunitarios que protegen el territorio sin tener ningún incentivo material, sólo motivados por su sentimiento de pertenencia comunitaria. Tampoco emplean armas de fuego, sino un elemento simbólico: una vara de madera con cintas de colores. Son las formaciones de Guardia Indígena o Kiwe Thegnas –en lengua nasayuwe, cuidadores del territorio–, organizadas en buena parte de los cabildos indígenas que hay en Colombia.
En el ámbito local de un país muy condicionado por la realidad militar y guerrillera, encontramos colectivos comunitarios que protegen el territorio sin incentivos materiales.
«La Guardia Indígena no se puede entender como un elemento coyuntural, sino como un elemento ancestral», afirma el coordinador de la Guardia Indígena en el ámbito nacional, Luciano Acosta. Conocido por todo el mundo como Lucho, Acosta explica que la Guardia es un organismo milenario y que su sentido de protección y conciencia comunitaria nunca ha dejado de existir. Feliciano Valencia, líder indígena de la región del Cauca, lo define de la siguiente manera: «La Guardia es una alternativa real porque tiene un componente cultural y espiritual que no tienen otros grupos de seguridad armada. Esta es su fuerza: cuando hay problemas, todos somos Guardia».
El resurgimiento formal.
Durante la década de los años 2000, el conflicto armado colombiano se agudizó profundamente en el departamento del Cauca. Los pueblos indígenas cargaban con el papel de víctimas ante el incremento del paramilitarismo y los enfrentamientos entre el ejército y las guerrillas en territorios ancestrales. Después de sufrir asesinatos selectivos y masacres, partiendo de la idea de que el Estado incentiva el conflicto que aniquila a sus comunidades, las autoridades se propusieron construir «un mecanismo capaz de enfrentar la situación sin armas», recuerda Feliciano Valencia, entonces miembro del Consejo Regional Indígena del Cauca.
Partiendo de la idea que el Estado incentiva el conflicto, las autoridades indígenas se propusieron construir un mecanismo capaz de hacer frente a la situación sin armas.
El primer paso fue hacer un llamamiento a la unión. El vecindario se empezó a organizar para moverse siempre en grupo. «Los paramilitares nunca eran más de tres y, si bajábamos en bloque, ellos eran vulnerables y ya no nos paraban: la unidad fue efectiva», relata Valencia. Pero, entonces, la acción paramilitar apostó por subir a las fincas. Entonces, se empezaron a crear formalmente unos turnos de vigilancia en las vías de acceso a las comunidades. El objetivo era poder avisar y actuar con rapidez. «Esto fue tan efectivo que fue cogiendo fuerza. Finalmente, todos los cabildos de la zona crearon su propia Guardia Indígena», explica satisfecho el activista del pueblo indígena nasa. Hoy, en la región del norte del Cauca, ya hay 7.000 guardias indígenas. En todo Colombia, son aproximadamente 35.000.
Celia Umenza, guardia indígena del cabildo de Tacueyó, participó en los debates sobre cómo tenía que funcionar el nuevo órgano comunitario que se hicieron en 2001. «Yo era una de las que defendía usar al menos escopetas. Sin ellas, ¿como nos defenderíamos? Pero, basándose en la experiencia del Quintín Lame –un grupo guerrillero armado indígena que actuó durante los años 80–, las autoridades decían que la violencia aumentaría», explica. Fue así que se decidió crear el elemento simbólico distintivo que las identifica: «Según la cosmogonía indígena, uno de los creadores del cosmos es el trueno y él siempre actúa con un bastón –el rayo. Por eso las autoridades indígenas y los médicos tradicionales siempre llevan uno. Y la Guardia, como mecanismo de defensa milenario, también había de tener», razona Valencia.
Un segundo elemento distintivo ha sido el pañuelo verde –por la naturaleza– y rojo –por la sangre derramada en la lucha. También habitual en la mayoría de las personas comuneras indígenas, da coherencia a la idea que todos somos Guardia. «Esta experiencia se exportó desde el Cauca a otros departamentos y, incluso, otros sectores. Por ejemplo, ya se están desarrollando la Guardia Cimarrón –de los pueblos afrocolombianos– y la Guardia Campesina», relata Lucho.
Acceso y capacitaciones.
Hombres, mujeres ancianas y chiquillería pueden ser miembros de la Guardia: los únicos requisitos son el sentimiento de pertenencia a la comunidad y la voluntariedad del servicio. «Para convertirse en guardia, un comunero pasa por una ceremonia espiritual en que se le armoniza y se le entrega el bastón», explica Valencia. Después, pasa por una serie de formaciones y capacitaciones y recibe su localización y sus turnos. Mensualmente, se hacen rituales de armonización con los médicos tradicionales y se ofrecen cursos temáticos voluntarios.
En la organización, se pueden integrar todo tipo de personas, sin edad ni género preestablecido. / Ariel Arango.
A pesar de haber pasado por un profundo proceso de occidentalización, esta cultura concibe el tiempo de una manera poco cuadriculada. El presente reina por encima del futuro y, a menudo, las acciones se desarrollan de manera espontánea. Aun así, si hay movilizaciones, actos o celebraciones, la Guardia elabora su esquema de seguridad previamente. «En el contexto de resistencia, el cuerpo tiene cuatro elementos: los pies y las manos son la estrategia y la táctica; el estómago, la capacidad productiva y de reserva; la cabeza es la ideología y la conciencia política, y el corazón, la espiritualidad y la salud emocional», explica Lucho.
Los colectivos han crecido de manera orgánica en función de las necesidades territoriales. En algunas poblaciones del Cauca, hay gente experta en la desactivación de minas; en otros, mediadores capacitados para interferir en casos de violencia doméstica. «Ahora, a través de un convenio con la embajada de Suiza, iniciaremos la creación de una escuela de formación de la Guardia Indígena por todo el país, en términos de acompañamiento del postconflicto», explica el coordinador nacional.
Alternativa en la guerra.
En el contexto bélico en que ha vivido Colombia, la Guardia Indígena se ha perpetuado como una alternativa al reclutamiento por parte de las guerrillas armadas. «Desafortunadamente, a menudo, las FARC también somos nosotros: son nuestros hijos y nuestros vecinos. A veces, la Guardia tiene un papel conflictivo de conciliación, pero también representa una gran alternativa para evitar que recluten a nuestros hijos», explica la guardia indígena de Tacueyó, un pueblecito situado en medio de la sierra cargado de presencia guerrillera. El grupo también mantiene –hasta ahora– una autonomía total respecto a los presupuestos estatales. Es la comunidad quien financia la Guardia: las fincas ofrecen alimentos, las Juntas de Acción Comunal facilitan el transporte, etcétera. «Nosotros hemos ahorrado una gran cantidad de recursos al Estado», asegura Lucho.
La Guardia Indígena resurgió oficialmente en 2001 en el Cauca. / Ariel Arango.
Formación, espiritualidad, trabajo colectivo, recorridos permanentes para el territorio, puntos de control, sistema comunicativo... Simbólicamente, la Guardia también ha sido una apuesta y una estrategia política de los pueblos originarios. «Gracias al éxito de su funcionamiento, se está lanzando un mensaje: ¡hay un mecanismo que obtiene resultados concretos contra la violencia sin utilizar armas!», exclama Valencia.
Reconocimiento nacional.
Desde principios de Junio y gracias a las jornadas de lucha de la Minga Agraria, durante las cuales los sectores agrarios bloquearon decenas de carreteras en todo el país durante dos semanas, la Guardia Indígena ha conseguido ser reconocida oficialmente como agente de paz en la fase de postconflicto en la que se acerca Colombia. Una fase durante la cual Lucho asegura que «habrá un incremento del paramilitarismo en los territorios». El coordinador nacional de la Guardia Indígena considera que el reconocimiento de este organismo por parte del gobierno de Juan Manuel Santos es una victoria, aunque queden algunos vacíos en cuanto a su estatus: «A lo largo de los años, se ha demostrado que quienes más sabemos sobre cultura de paz, sobre seguridad –pero no seguridad desde las armas, sino seguridad desde la vida, digamos seguridad humana–, somos los pueblos indígenas». Preguntado por cómo se imagina el organismo al cual pertenece de aquí a 50 años, Lucho responde: «Espero que no exista, que no tenga motivos para existir. Todos somos Guardia».
Enlace del artículo original en catalán:
https://directa.cat/hemerotecas/la-guardia-indigena-eficacia-comunitaria-a-colombia/
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