Al servicio de este pueblo.
Avui. Miércoles, 17 de Enero de 1979. Página 5.
Electoralismo.
El domingo se cierra el plazo de inscripción de candidaturas a las elecciones del 1 de marzo. Estos días últimos las negociaciones entre los políticos se parecen, por su intensidad, a las relaciones en el interior febril de un enjambre de abejas. Las conversaciones son multilaterales. Todo un arte combinatorio. El juego, a tres bandas, cuatro bandas. Se esconde una carta a uno y se enseña al otro. Se montan y desmontan coaliciones y listas. Un nombre crece como una calabacera y unas horas después se funde como el hielo. Hay quien se mantiene en posición rígida. Hay quien hace de mariposa de flor en flor, buscando quien da más. Otros se ven flexibles como el ramaje de un árbol azotado por el viento, pero bien plantados en su base. En el mercado político hay subastas y regateo.
No se puede confundir la recaudación de votos con la recaudación de militantes de un partido. Los militantes deben ser rigurosos en la aceptación de un espacio político definido. El votante debe quedar voluntariamente integrado en un amplio conjunto de masas que tiende con ilusión hacia un ideal, el núcleo impulsor es el partido. Pero existe el peligro del electoralismo. Quiero decir que el conjunto no tenga raíz y vaya como un globo desanclado, a la deriva.
Ya el 15 de Junio de 1977 lo vi. Ahora me lo vuelvo a encontrar. No hay derecho de hacer trampa a los electores. No se puede poner en lista un nombre electoralista que después dimitirá para dejar paso a un político que accederá al escaño sin casi voluntad popular detrás. Por lo menos, este procedimiento nunca se ha de seguir intencionadamente. Una baja involuntaria se puede aceptar, pero un candidato consumista, que después hará el papel de la triste figura o dimitirá, engaña al pueblo y lesiona directamente la democracia.
Lluís M. Xirinacs.