Al servicio de este pueblo.
Avui. Viernes, 29 de Diciembre de 1978. Página 5.
Valencia inquieta.
Del País Valenciano me ha llamado un grupo de gente preocupada por la no-violencia y por el hecho religioso; gente inquieta y luchadora, pero gente profunda y reflexiva.
Por un lado ven que el mundo toma un sentido materialista y pragmático, que los imperios de los poderosos crecen y la carrera de armamentos no se puede parar detrás de la obtención de mayores beneficios mediante la ciencia y la técnica al servicio del capital.
Por otra parte ven tanta gente desesperanzada y marginada que busca con desazón una fe en la que se pueda creer y que a menudo se apunta a los profetas más absurdos que aun pueden inducir a sus seguidores al suicidio colectivo.
Me han pedido un análisis de los elementos míticos y visionarios en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, en las primeras comunidades cristianas, en la Iglesia actual.
Tienen la sensación de que la Iglesia Católica ha dejado desamparados a los hombres. Proliferan todo tipo de sectas estrafalarias y santones venidos del oriente y de occidente. Muchos cristianos abandonan el cristianismo porque lo encuentran en la práctica de su parroquia concreta como un partido político desaliñado, y se apuntan a los partidos.
Entre los asistentes había Pepe Beúnza. Decía que, de cristianos que se dedican al trabajo político, hay muchos, pero que encontraba muy abandonado el aspecto de una vida comunitaria comprometida, en ei seno de la cual se practicara el Evangelio integral.
Él, como muchos otros, ha tratado de buscar o construir una comunidad donde realmente la solidaridad, la libertad y la serenidad existieran. Sobre este terreno los cristianos hemos trabajado muy poco. También lo intentan los anarquistas, pero sus comunas tienen vida efímera. El sistema imperante es un implacable disgregador de sociedades equilibradas. Las injusticias, la pobreza, la excitación de necesidades ficticias, el consumismo, deshacen las comunidades y deshacen la integridad interior de la persona.
Y nuestra fe cristiana es tan enfermiza y está tan debilitada que no reúne la fuerza para neutralizar el medio ambiente hostil, aunque sea en pequeñas comunidades.
Si la sal no sala, ¿con qué la salaremos?
Lluís M. Xirinacs.