Al servicio de este pueblo.
Avui. Jueves, 28 de Diciembre de 1978. Página 5.
El retablo de las maravillas.
Dos horas antes ya estaba acordonada por la policía la calle ante el palacio de las Cortes. Se divisaban parejas en las azoteas y en los portales de las casas.
Carles Sentís había preparado un avión especial para que los parlamentarios catalanes no faltaran a la fiesta. Las nubes y la lluvia no nos dejaban bajar a Madrid. El comandante insinuaba por los altavoces que quizás deberíamos ir a parar a otro aeropuerto más sereno. La portezuela de la cabina estaba abierta.
Bromitas. ¡Si caíamos, qué desgracia para Cataluña!
Tocamos tierra. Aplausos a la tripulación.
La llegada con dos horas de anticipación me permite observaciones nuevas. Me meto directamente en el hemiciclo. Me sorprende encontrar diputados y senadores con tanta anticipación. Confabulaciones.
Van llegando los invitados. Diplomáticos. Jefes del Estado Mayor. Jueces del tribunal supremo. No se deja circular libremente a los periodistas. Entran los padres y las hijas del rey. La derecha del hemiciclo los aplaude. Llegan el cardenal Tarancón y el nuncio pontificio. Los invitados abarrotan las tribunas.
Abajo, a la izquierda, la derecha. A la derecha, la izquierda parlamentaria. En los bancos azules, el gobierno entero. En medio tres taquígrafos. En la presidencia baja, a la derecha, la mesa del Senado y en la izquierda la mesa del Congreso.
A las once y media en punto entran por el lugar de honor los maceros con el escudo de Castilla y León en el pecho y en la espalda, con una gran pluma blanca en el sombrero. Detrás suyo el rey, la reina, el príncipe y los presidentes de las Cortes, del Congreso y del Senado.
Tras el parlamento del presidente de las Cortes, el rey ha firmado la Constitución con una pluma despampanante y ha leído unas breves páginas. Al firmar el rey, muchos han aplaudido. El rey miraba a la derecha de la sala, hacia los parlamentarios de izquierda. Después, a la salida, el rey ha contemplado una pequeña parada militar. La más aplaudida ha sido la guardia civil. Pero no había ninguna multitud fuera.
No he encontrado nada que destacar, ni ninguna frase digna de mención especial, aunque he seguido los discursos bolígrafo en mano.
Ahora falta sólo la publicación en el Boletín Oficial del Estado.
Excúsame, lector, si has encontrado aburrida la crónica de hoy. He tratado de transmitirte, exactamente, este sentimiento mío. No he encontrado ilusión en ninguna parte.
Lluís M. Xirinacs.