Al servicio de este pueblo.
Avui. Miércoles, 27 de Diciembre de 1978. Página 5.
Vicent Enrique Tarancón.
Presidente de la Conferencia Episcopal Española. Arrinconado en el rural obispado de Solsona años y años por que al franquismo no le gustaban sus escritos preocupados por las cuestiones sociales. Secretario de los obispos del Estado español en la lenta recuperación de una Iglesia que se había tropezado en la funesta cruzada y se había hundido en la mayor postración. Ascensión meteórica: obispo de Ovieu, de Toledo y de Madrid. No es primado de una Iglesia curialesca y diplomática, es jefe de la asamblea postconciliar de los obispos de todo el Estado.
Su trayectoria presenta vaivenes notables. La superación de la Iglesia derechista que se arrastra desde los Reyes Católicos no es cosa fácil.
Pero esta vez la tengo que felicitar. Algunos sectores del gobierno le critican de no haber conseguido el apoyo incondicional de la Iglesia a la Constitución. Cínicamente se dice que el cardenal está de baja políticamente y se piensa que podría ser apartado de sus funciones de presidente de la Conferencia Episcopal en breve.
Ya no como pastor cristiano, sino sólo como jefe de una institución pública de tanto peso como es la que preside, se ha portado con toda la corrección que hacía falta. Ha dado una lección de democracia a un gobierno que ha distribuido con parcialidad los espacios televisivos y radiofónicos, que ha hecho propagada del «sí» a la Constitución a través de la televisión durante la mañana del referéndum en que era prohibida toda propaganda. Ha dado una lección de democracia al Consejo de la Generalitat de Cataluña que ha empleado su autoridad para presionar a los ciudadanos consultados, ejemplo que ha sido seguido por el Consejo de la Generalitat de Valencia.
Víctor Pruneda, en la «Hoja del lunes», desde Madrid, dice que Tarancón no puso mucho interés en asistir al pleno de las Cortes donde el rey firmará la Constitución. Inmediatamente los diversos partidos políticos, principalmente el PSOE y el PC, empezaron a criticar esta actitud y hasta «Mundo Obrero» lo destacaba en primera plana.
Han sido necesarias las recomendaciones de los más altos niveles jerárquicos del Estado para su asistencia.
¡Ay, partidos, partidos que os decís de izquierdas y deseáis perpetuar el nacionalcatolicismo! Nos estáis acabando la paciencia.
Tarancón, que me viniste a ver en la cárcel, allá por los años setenta, cuando yo estaba en huelga de hambre y tu eras atacado por la derecha –«Tarancón al paredón»–, Tarancón que me acogía en el obispado de Solsona, allá por los años sesenta, cuando ningún obispo no quería acogerme, Tarancón que me ordena sacerdote, allá por los años cincuenta, y me impone el deber difícil de practicar y predicar el evangelio, te agradezco tu gesto valiente, «defensor de los ciudadanos», «defensor civitatis».
¡Lástima, que al final has dicho que si!
Lluís M. Xirinacs.