Al servicio de este pueblo.
Avui. Viernes, 8 de Diciembre de 1978. Página 5.
Internacionalismo sindical.
El martes, en la Asamblea de Parlamentarios del Principado de Cataluña, que debate el anteproyecto de Estatuto, presenté dos enmiendas redactadas por los sindicatos SOC y CSUT.
La primera añadía la competencias de «legislación sindical» en el artículo 10 que habla de las competencia exclusivas de la Generalitat. La segunda añadía la competencia «trabajo» en el artículo 11 que habla de las competencias que la Generalitat podrá desarrollar legislativamente y ejecutar en la práctica.
Los ponentes me han indicado que no son viables técnicamente, porque lo impide la Constitución.
Pero, en particular, Solé Barberà y, en público, Solé Tura y Martín Toval, me han avisado de que políticamente tampoco son convenientes. En el fondo, los argumentos que ellos esgrimen pueden reducirse a uno: «¿No está suficientemente dividida la clase obrera? ¿Todavía la deseas dividir más?».Tanto en una enmienda como en la otra, la clase obrera podría tener un tratamiento diferenciado en el Principado de Cataluña y esto horroriza a los comunistas parlamentarios.
Creo, sin embargo, que en eso se equivocan. La división de la clase obrera viene en el momento en que se destruyen los sindicatos y se transforman en un frente obrero de cada partido político. No es revolucionario convertir un sindicato en correa de transmisión de un partido y son muchos los partidos que no respetan la autonomía sindical. Por eso la clase obrera está dividida.
No vale el argumento del internacionalismo proletario. Internacionalismo significa «entre naciones». En cada nación un sindicato de clase y todos los sindicatos nacionales federados en una Internacional sindical. Esto sería el auténtico internacionalismo proletario. Pero los clásicos del marxismo atravesaron un tiempo del racionalismo político que confundía nación con Estado. Por ello impusieron «un Estado, un sindicato estatal», así como «un Estado, un partido». Pero la historia va haciendo prosperar las naciones subyugadas que ahora se levantan para realizar el auténtico internacionalismo. Todavía no hay ninguno exitoso. Todavía los Estados clásicos plurinacionales resisten, pero los Estados clásicos van siendo sustituidos por superestados que llegarán algún día al Estado universal que soñaban los revolucionarios franceses y, más tarde, Lenin. Y las naciones volverán a recuperar su lugar en la historia, contra ciertas predicciones de Lenin.
Mientras tanto, hay que decir que si en Cataluña o en cualquier otro territorio autónomo gana la izquierda y tiene «trabajo» y «legislación sindical» propias, la clase obrera puede avanzar sin esperar a que en todo el Estado ganen las izquierdas. ¡Que lo piense la clase obrera!
Lluís M. Xirinacs.