Al servicio de este pueblo.
Avui. Viernes, 10 de Noviembre de 1978. Página 5.
Eslogan: la Constitución de todos.
Lo escucharéis por activa y por pasiva en las tres semanas de campaña del sí a la Constitución. Es una vulgar mentira. En todo el mundo aún no se ha inventado nunca la Constitución de todos. Sí. ¡La necesitamos con urgencia! Cesarían las ciegas contradicciones destructivas, las violencias, las guerras devastadoras, la opresión del hombre por el hombre, la lucha de clases.
Primordialmente, la causa de la imposibilidad de una Constitución de todos es la lucha de clases que enfrenta a muerte opresores y oprimidos, y la lucha de clases existe viva en nuestro Estado.
Además, de la lucha de clases se derivan otras luchas referentes a la opresión nacional, la opresión de la mujer, la opresión del marginado, la opresión racial…
Y además, como dice Marx, dentro del proletariado hay contradicciones y luchas importantes y, aún más, dentro de la clase opresora. Hay guerra entre el capital de la oligarquía española y el de las multinacionales. Hay una cierta guerra entre el capital catalanista y el españolista.
Esta no es la Constitución de todos, es la Constitución de UCD con caramelitos para AP, para CDC, para el PSOE-PSC, para el PC-PSUC.
Todos lucharon para obtenerla, todos los demócratas. En cambio la derecha luchó por evitarla.
El gobierno Suárez convocó elecciones el 15 de Junio de 1977 sin asegurar que se trataba de Cortes constituyentes. Si hubiera perdido no habríamos tenido Constitución, lo que demuestra su línea derechista. Cuando hubo ganado, permitió hacer una Constitución, porque sería la suya, la de la mayoría en el Parlamento.
Dicen que todos han hecho sacrificios y todos han obtenido satisfacción en el Parlamento. Pero no es cierto del todo. Unos han hecho muy pocos sacrificios y han obtenido muchas satisfacciones. Los otros, al revés.
Cuando partidos tan importantes de la izquierda se atreven afirmar con triunfalismo que ésta es la Constitución de todos quieren decir que, al menos por esta vez, han renunciado a la lucha de clases y se han pasado con armas y bagajes al bando de los enemigos. ¿Qué ventajas les han prometido para que corran el riesgo de aceptar, no una Constitución interclasista, sino una Constitución que consolida la clase enemiga?
¿Tal vez no han sabido distinguir que tan peligroso o más es el capital multinacional que ahora entra con UCD como el capital de la oligarquía franquista que nos ha mandado durante los cuarenta años pasados? ¿Había que salir del fuego de la dictadura para caer en las brasas de un país colonizado? ¿Tiene suficiente fuerza económica el país, como tiene Francia, Inglaterra o Alemania para venderse el alma tan incondicionalmente a una UCD que es el peón español de la «internacional del cacahuete» como dice mi amigo Anton Muns?
Lluís M. Xirinacs.