Al servicio de este pueblo.
Avui. Domingo, 29 de Octubre de 1978. Página 7.
El todo y la parte.
Martes deberé de definirme públicamente, en el pleno del Senado, ante el nuevo proyecto de Constitución, como se deberán definir los otros senadores y los diputados. La gente tendrá fijos los ojos en nuestra decisión. Quiero hacer una reflexión que afecta tanto a los parlamentarios para el día 31 de Octubre como los ciudadanos para el día del referéndum constitucional.
En una democracia lo más importante es que cada uno piense y decida con su propia cabeza. Es necesario que todo el mundo esté informado con el máximo de objetividad del contenido del proyecto. Informamos los unos a los otros, porque de información más bien hay poca. Es necesario que, con esta información, cada uno juzgue libremente sin someterse a consignas, a disciplinas, a presiones, a miedos.
¿Qué sentido tendría, de otro modo, el voto secreto?
Y hace falta que pensemos que la totalidad de la sociedad no es monopolio de nadie. Cuando una parte de la sociedad se siente dueña del total de la sociedad incurre en totalitarismo. Cuando una parte social olvida el conjunto social incurre en partidismo.
Jordi Maluquer, ayer, en «Prepolítica», nos prevenía contra el personalismo, que es la inflación de una persona, como si ella sola abarcara la totalidad de la sociedad. Hay que evitar el mesianismo. El voto de un parlamentario no es el voto de Cataluña, es el voto de una pequeña parte de Cataluña.
Lo mismo cabe decir de un partido. Es una parte de la sociedad, más grande que una persona, pero tampoco es la sociedad entera. El voto de un partido tampoco es el voto de Cataluña, es sólo el voto de una parte.
Hay personas o partidos que, haciendo un gran esfuerzo de superación de su pequeñez, se afanan en servir a la sociedad –no servirse– de una manera unitaria. También existen cargos unitarios. El cargo supremo unitario es el de jefe de Estado. Sin embargo se trata de un servicio de la unidad dentro de la sociedad. Es un servicio, no una potestad mágica, que coloca las decisiones del interesado más allá del bien y del mal. El servidor de la unidad, o de la sociedad como un todo, es también una pequeña parte de la sociedad y por lo tanto una persona o un grupo sujetos a la parcialidad, a las limitaciones. Hoy puede acertar más uno, mañana puede acertar más otro. El cargo no da patente de acierto.
Es un tic proveniente de la dictadura buscar el voto total, el voto perfecto. Unos votan así y los otros asá. Unos defienden unos aspectos, y otros otros aspectos. Hay que votar en conciencia con motivos propios claros, y no según la televisión o bajo consignas no claramente motivadas, pero siempre sin inquietarse porque otros voten al revés. Que entre todos lo haremos todo.
Lluís M. Xirinacs.