Al servicio de este pueblo.
Avui. Sábado, 28 de Octubre de 1978. Página 5.
Silencio.
Ayer hablábamos del ruido. Hoy hablaremos del silencio. Del silencio entrañable y libre. Venimos de un silencio antiguo y muy grande que ojalá no vuelva nunca más. Era obligado y cruel. Ahora podemos hablar. Y hablamos mucho, demasiado. Hacemos ruido en abundancia.
Para hablar hay que se hacerse el silencio. Esto es cierto en público y en la intimidad. Hay gente que parece una tubería de agua: tanta entra, tanta sale. No. Hay silencio interior para digerir la vida que nos viene de fuera. Hay que saber a ratos no hablar, no escuchar, no leer, no llamar, no coger el teléfono. Relativizar nuestras actividades. Y, aun, colocarse en la nada, en el vacío total, en la muerte.
Josep Maria Espinàs: esto es difícil en los hoteles por muy lujosos que sean. Pero, mira por donde, en Barcelona tenemos un hotel especializado en el silencio.
Desde la plaza de la Bonanova, chino chano, tomar la calle Sant Joan de la Salle y, cuando termina, la calle de Bellesguard. Cuando encuentras la Residencia Canina, a la derecha, antes de la escuela Sant Gregori, a la izquierda, ya se ve de lejos el blanco Casal Bellesguard. Todo lo que le falta de ruido le sobra de panorámica. Puedes meditar sobre el imponente conglomerado barcelonés, como Jesús en el monte de la tentación.
Arquitectura moderna. Josep Rovira Tenes y una comunidad religiosa lo regentan. Recomendado para individuos, tolerado para grupos. Todo el mundo puede ir sin discriminaciones ideológicas, creencias o confesiones. Aparte, para proteger el silencio, hay una sala para reunirse o conversar y sala de música. Tiene una pequeña biblioteca para el moderado ruido interior de la lectura.
Cada uno se sirve en la mesa y se hace la cama. Para quien quiera: Eucaristía diaria, así como laudes y vísperas.
Hay una cajita donde se dice que el precio diario indicativo es de trescientas setenta y cinco pesetas, comidas y habitación. Los hay que dejan más y los hay que no dejan tanto. No se controla.
Es el resultado de una fundación hecha por la señora Oriola antes de morir. Los edificios, el ajardinamiento, el lugar elegido, todo expresamente pensado al servicio del silencio. El marco es inigualable.
Sólo nos falta saber estimar el silencio. Gandhi, en medio de sus grandes campañas políticas, siempre reservaba el viernes como tributo al silencio. En viernes no decía ni una sola palabra, viniera quien viniera, ni que fuera del virrey de la India.
La Biblia dice que en el mucho hablar nunca faltará pecado.
Lluís M. Xirinacs.