Al servicio de este pueblo.
Avui. Martes, 3 de Octubre de 1978. Página 6.
Sobre el Estatuto de 1714.
Josep María Espinàs, muy acertadamente, nos recordaba qué tenemos los catalanes durante la reivindicación de lo que él llamaba el Estatuto de 1714. En un lenguaje más adaptado a aquellos siglos pasados los vascos del PNV hablan de los fueros. También yo recibo una carta muy expresiva de R. Raspall en este sentido y no resisto la tentación de transcribirla:
«No sé si mi pobre sugerencia podrá servir de nada, por aquello del famoso techo constitucional. Creo también, sin embargo, que restar sin decir nada, después de vuestra invitación a aportar ideas sobre el futuro Estatuto, podría dejarme con el pesamiento de no haber intentado hacer nada a favor de nuestra pobre patria. ¿Cuál es mi aportación concreta?
Algo que desde que nuestro rey fue proclamado, he ido esperando pacientemente que saliera de él mismo, que hiciera un verdadero golpe de hombre y de monarca. Hace ya un cuarto de milenio que alguien nos tomó por la violencia y contra la voluntad de los ciudadanos no sólo de Cataluña, sino también del resto de los Países Catalanes y de Aragón, algo que todavía no nos ha sido restituido. Nos queríamos profesar católicos y esta moral nos dice bien claro que el ladrón no sólo debe arrepentirse, sino devolver él o sus sucesores lo que tomó. ¿Cuál será el día que la Corona jure los fueros de Cataluña y después los de los otros países de la antigua Confederación?
Al parecer los vascos han tirado por este camino y, aunque no podemos predecir si se saldrán o no con la suya, yo apoyo totalmente a esta actitud».
Hago extensivo este deseo a todos los demás países. Recordó como los libros del franquismo añadían los carlistas y escondían los fueros que los carlistas defendían. Y termina:
«No os quiero cansar más. Sólo reafirmar que, en cuanto a mí, no puedo, en conciencia, aprobar una Constitución que no haga mención a la reintegración foral plena. ¿Cómo osaría después poner flores en el monumento de Casanova sin temer que, como en la deliciosa leyenda becqueriana, la estatua no levantara el brazo para golpearme en la cara? ¿Tendría corazón para autodeterminarme en el sentido de hacer vana toda la sangre de nuestros héroes aceptando, esta vez por libre elección, la perpetuidad del decreto de Nueva Planta? ¡No!
Nada más. Os escribo llorando».
Así termina esta carta de alguien que también reivindica el Estatuto de 1714. Somos muchos.
Lluís M. Xirinacs.