Al servicio de este pueblo.
Avui. Martes, 22 de Agosto de 1978. Página 9.
Corrupción política.
Siempre es noticia en los periódicos el escándalo de una financiera, de una inmobiliaria, de un acto de tráfico de divisas, de un desfalco en la Seguridad Social. La corrupción económica o administrativa ha hecho millonaria la revista «Interviú».
Hablamos hoy de la corrupción política. Me refiero a la costumbre de enturbiar los mecanismos normales en la vida política. Si se pide transparencia fiscal, transparencia contable, transparencia en las líneas de crédito o en los intermediarios del comercio, hay que pedir también transparencia en los procedimientos, en las expresiones y en las estructuras políticas. Salimos de un largo túnel donde todo el mundo político está sistemáticamente tergiversado. Una democracia que no era democracia. Unos derechos fundamentales que no se respetaban. Unos referéndums manipulados. Una literatura política falseada. Unas Cortes que sólo aplaudían. Unas leyes que eran decretos.
Ahora hay que esforzarse en limpiar el ambiente. Es esta una especial responsabilidad de las fuerzas democráticas. No se trata de ganar al enemigo corruptor con más corrupción sino a golpes de honestidad política. Hay que demostrar que la transparencia es más eficaz que la corrupción.
Y por desgracia las cosas van por los caminos más opuestos. El pueblo está desconcertado. No distingue entre AP y UCD, no distingue entre UCD y CDC, no distingue entre CDC y PSC, no distingue entre PSC y PSUC. El PC vota a favor de la inclusión de la Iglesia católica en la Constitución y dice no al leninismo. El PSOE se ve forzado a decir no al marxismo. Se vota contra la autodeterminación. Se expulsa a los amigos y se halaga a los enemigos. La práctica más normal de la oposición en todo el mundo de las democracias parlamentarias, que es hablar claro en contra de la mayoría en el gobierno y ser derrotada en espera de que nuevas elecciones cambien la suerte, es tachada aquí de testimonialista y de rompedora de la unidad. De las concesiones más grandes del programa mismo a favor de los contrarios mayoritarios, se llama pragmatismo o talento político.
¿Se imaginan que un equipo de fútbol, ante la inminencia de la propia derrota, se dedicara a meterse los goles él mismo, ayudando a los adversarios, para poder decir al pueblo que los goles eran suyos? ¿O que ante la imposibilidad de ganar en vez de agotarse el tiempo reglamentario convencieran el adversario de ir juntos a merendar mientras el público se queda con la boca abierta, o se le distrae contratando un buen prestidigitador?
En el juego político, como en cualquier juego, hay quien gana y hay quien pierde. Hay que saber ganar o perder con elegancia. Para que el juego político, como cualquier juego, puede ser limpio y puede ser sucio.
Lluís M. Xirinacs.
