Al servicio de este pueblo.
Avui. Domingo, 20 de Agosto de 1978. Página 7.
Disolución de las Cortes.
Desde que se ha interrumpido mi colaboración en «Mundo Diario», paradójicamente van saliendo, uno tras otro, unos editoriales preciosos que ya firmaría de buen grado. El último, el día 17, expresa un criterio que comparto plenamente. La necesidad de disolución de las Cortes una vez celebrado el referéndum constitucional. En mi enmienda a la disposición transitoria octava dejo constancia. Si la Constitución se aprueba ha terminado nuestra misión democrática. Porque los demócratas queríamos un periodo constituyente y los derechistas de antes querían unas Cortes continuadores. El resultado ha sido híbrido. Se han hecho leyes de todo tipo y se ha hecho una Constitución. Yo sólo he intervenido en la ley de amnistía, previa a la misma redacción de la Constitución, y en la fracasada ley de indulto, derivación urgentísima de la amnistía. Sólo hay que ver cómo perdura la tragedia de nuestras cárceles. No he intervenido prácticamente en nada más. Un periodista de «Triunfo» me lo reprocha. Creo que no era el trabajo que nos encomendaron los electores. El trabajo era hacer una Constitución como es debido. Y ya se ve como se obstaculiza.
Si la Constitución fuera rechazada por el pueblo, ya no hace falta decir que la disolución de las Cortes sería algo evidente. Así, en un caso y en el otro, disolución. El editorialista de «Mundo Diario» hace una lista, en mi opinión correctísima, de deficiencias electorales del 15 de Junio de 1977. Es otra razón para recomendar nuevas elecciones.
Convergencia Democrática, en cambio, es contraria. Dice que teme el retraso de las municipales, del Estatuto, de las parlamentarias catalanas, del advenimiento de la autonomía. Son razones de peso.
Lástima que unos y otros no mencionen claramente otras razones no tan generales, más partidistas. El PSOE piensa que puede ganar ahora las generales y alcanzar el poder. CDC piensa que si continúa la legislatura puede entrar en el gobierno. Debo ser muy utópico cuando pienso que sería mucho mejor que las dos razones objetivas generales fueran debatidas públicamente, con la máxima objetividad, por los dos partidos sin tener en cuenta las otras dos razones subjetivas particulares. Sería un acto de servicio en el país. Siempre he creído -¿utòpicamente? - que el servicio al país y el olvido de las metas propias es la mejor forma de hacer propaganda del propio partido o de la propia causa y de hacer avanzar las metas propias. Quien más sirve es más querido. Quien más mira por él es más odiado. No sé si es utopía o pragmatismo.
Lluís M. Xirinacs.