Al servicio de este pueblo.
Avui. Sábado, 12 de Agosto de 1978. Página 5.
Sospechosos.
Fueron extraordinariamente significativas las circunstancias que rodearon el primer debate del pleno del Senado sobre el proyecto de ley de medidas en relación con los delitos cometidos por grupos armados.
En el debate de aceptación de un proyecto de ley se permiten dos turnos de intervenciones a favor y dos turnos en contra. Casi siempre los turnos en contra no se emplean para negar la ley sino para pedir que pase a comisión donde puede ser mejorada. Son, pues, turnos, no propiamente en contra, sino de mejora.
Esta vez ningún grupo político se atrevió ni siquiera consumir un turno de éstos de mejora. Ambos turnos en contra quedaban desiertos, por parte de los grupos parlamentarios.
Fue entonces cuando alzó la mano Juan María Bandrés y le fue concedida la palabra. Dijo muchas cosas que han sido reproducidas en los diarios. También ha quedado constancia de su enfrentamiento con Martín Villa. Este asunto aún colea en la prensa. Pero quizás es útil para que los ciudadanos vean el nudo de su argumentación.
Parece, a primera vista, que no afecta al «buen» ciudadano y menos aún los honorables senadores que le escuchaban. Parece una ley contra homicidas, incendiarios... gente execrable. Bandrés convenció al auditorio que aquella ley nos afecta a todos. La policía no detiene, no registra, no controla correspondencia ni teléfonos de los autores de aquellos delitos. La policía priva de estas libertades a los sospechosos de aquellos delitos. Y sospechosos lo podemos ser todos. A pesar de que luego se demuestre que la sospecha era infundada, ya nadie nos puede quitar la angustia pasada en la detención, en el registro domiciliario, en el control de las comunicaciones. Y, ¿quién determinaría si alguien es sospechoso o no? No el juez, sino las autoridades policiales. Así, toda la ciudadanía resta a merced de las sospechas de las fuerzas del orden.
Ya se ve lo peligrosa esta ley.
Acabó Bandrés diciendo que el pueblo vasco quiere la paz. Que no necesita pacificadores venidos de fuera. El pueblo vasco se pacificará desde dentro cuando le devuelvan lo que le pertenece.
«Burujabetasuna», cuando pueda gobernar su propia cabeza. Por eso quieren que el Estado central les devuelva el control de la policía.
Nosotros lo tuvimos en el Estatuto de 1932. Ahora se nos niega.
Lluís M. Xirinacs.