Al servicio de este pueblo.
Avui. Miércoles, 26 de Julio de 1978. Página 5.
Una nación, una soberanía, un Estado.
Creo que el PNV de Euskadi nos ha dado, estos días, un ejemplo de tenacidad negociadora. Es cierto que la trágica problemática de ETA les da fuerza. Si Madrid quiere intentar resolver la inestabilidad en el norte, al menos, debe ceder con el PNV.
Esto de tener fuerza negociadora es importante. En Cataluña no hay ETA, pero teníamos otro tipo de fuerza negociadora que nuestros parlamentarios han dejado perder y, aún peor, han combatido. Quiero decir nuestra formidable organización popular repleta de sindicatos, grupos juveniles, culturales, asociaciones de vecinos, asambleas de comarcas, etc., y coronada por la Asamblea de Cataluña.
Sin embargo, la dureza de UCD, tal vez, no lo sabemos, debido a presiones militares, dijo no a los vascos. Es de admirar la concisión y la claridad del Estado centralista cuando se ve gravemente amenazado en su existencia. Dijo Gabriel Cisneros: «Hay una nación, una soberanía y un Estado».
Estas cosas las tienen bien claras. Manuel Blanco Tobio, en el «ABC» del 18 de julio, da el toque de alarma: «Ya hemos visto como el anteproyecto de Constitución cayó en la tentación de llamar «nacionalidades» determinados entes pre-autonómicos. Si esta denominación termina por imponerse en la redacción final, caeríamos de lleno dentro de los requisitos que define la ley internacional como merecedores del reconocimiento del derecho de autodeterminación.
Tal afirmación nos interesa mucho a los catalanes, los vascos, los gallegos, los castellanos, etc. Él mismo añade: «El que quiera crearse problemas, que ponga la palabra nación o nacionalidad ante ciertos entes pre-autonómicos, que dejarán a continuación de serlo. Porque una nación es algo muy concreto, que tiene derechos y tribunales donde defenderlos». Y justamente el mismo Tarradellas, presidente de nuestro ente pre-autonómico, lo ha dicho bien claro: Cataluña, ha sido, es y será una nación y sobre esto no podemos hacer concesiones en ningún sentido». Y lo dijo en un debate europeo emitido simultáneamente por las radios nacionales de Inglaterra, Alemania, Francia y España y escuchado a ambos lados del Atlántico.
Dos hombres de Estado, Tarradellas y Cisneros, dicen dos cosas exactamente opuestas e irreconciliables: la voluntad de un pueblo y la voluntad de una oligarquía. Democracia y dictadura. Y esta contradicción no se puede ocultar, de otro modo, al pueblo, se le daría gato por liebre. Ahora gana la «nación única e indivisible». Ahora gana la oligarquía. Ahora, en esto, se afirma la dictadura sobre Cataluña, sobre Euskadi, sobre Castilla, etc. La metralleta todavía queda justificada para aquellos que quieran emplear la violencia contra la violencia opresora. Y la lucha popular como la que llevaba la Asamblea de Cataluña, también queda justificada por los que queremos emplear la no violencia contra la violencia opresora y quien la combate pierde fuerza negociadora.
Y siempre queda justificada, para todas las nacionalidades, la exigencia del ejercicio del derecho a la autodeterminación.
Lluís M. Xirinacs.