Al servicio de este pueblo.
Avui. Jueves, 29 de Junio de 1978. Página 5.
Soberanía nacional.
Ayer J. A. González Casanova, en «Mundo Diario», exponía el proceso seguido en los debates constitucionales sobre el problema de las listas de competencias autonómicas.
Le parece arcaico e irreal la idea de «cesión de una parte de la soberanía originaria de las nacionalidades a favor del Estado». Realmente en la Edad moderna así se fueron formando los grandes estados. La cesión fue más o menos forzada o voluntaria según los casos. Después se pasó por una fase de expoliación total por parte de los Estados de la soberanía irrenunciable de las nacionalidades. Fue en la Edad contemporánea, donde está anclado todavía González Casanova, donde nacieron los grandes partidos burgueses conservadores y liberales y los grandes partidos socialistas y comunistas. Pero ahora las cosas han cambiado. Los grandes Estados no han podido arrasar los derechos de las nacionalidades y, poco a poco, se vuelven a levantar ejerciendo partes cada vez más anchas de su soberanía innata. Y aparecen partidos tanto de la parte burguesa como de la parte socialista que, más ágiles que las grandes formaciones políticas clásicas, integran esta reivindicación en sus programas.
No es un problema nacional y, por tanto, igualitario como quieren los socialistas. Es un problema racional y, por tanto, diferenciador, como detectan CDC y el PSUC y como afirman claramente, por ejemplo, el PNV y el PSAN. La igualdad de trato y la confusión entre nacionalidades y regiones parece más justa y es más injusta. Respetar las diferencias no significa defender supremacías. Hay que entender que el Principado es una región de la nacionalidad catalana, que la Mancha es una región de la nacionalidad castellana, etc. Nación y región reclaman trato distinto, y una nación madura, con largos antecedentes históricos, reclama trato también distinto de una región que hasta hace poco no ha podido emprender un proceso libre nacionalizador. En la Constitución soviética se distinguen por debajo de la Unión, las repúblicas federadas, las repúblicas autónomas, las regiones autónomas y las comarcas autónomas.
Todo el lío que explica González Casanova como solución se habría resuelto si la propuesta de nacionalistas y comunistas hubiera dicho en la Constitución: «Las competencias no incluidas en la lista (única) de competencias cedidas expresamente al Estado pertenecerán a las nacionalidades, que las podrán ir reivindicando con todo derecho a medida que se vayan desarrollando». Así se evitaría también el regateo de la segunda República.
En esto de la igualdad de trato, desgraciadamente, los socialistas coinciden con el ministro Clavero, que acabará sustituyendo la España de las cincuenta provincias pequeñas por la España de las quince provincias grandes. Suárez, que choca en esto con Clavero, es más sensible al problema grave de la soberanía de las naciones, que, mal atendido, ha provocado muchas muertes y lleva camino de provocar muchas más.
Lluís M. Xirinacs.