Al servicio de este pueblo.
Avui. Jueves, 15 de Junio de 1978. Página 6.
El centro encima de los pueblos.
El ministro adjunto para las Regiones, Manuel Clavero Arévalo, hizo una declaración en el pleno del Senado del pasado martes sobre la política de autonomías y el curso del proceso pre-autonómico.
Este ministro aún continúa llamándose de las Regiones, según un inveterada costumbre de UCD y del gobierno. Continúa hablando de Cataluña como de una región. Lo de las nacionalidades aún no le ha entrado. Ni siquiera utiliza el circunloquio empleado en los artículos ya aprobados en la comisión sobre el título VIII de la Constitución, que siempre se refiere a comunidades autónomas.
A un año exacto de las elecciones generales continuamos comprometidos en la tarea estrafalaria de ligar en un solo haz dictadura y democracia. El ministro se expresó bien claro: «A pesar de que el ideal habría sido de no dar ningún paso hacia las autonomías mientras no se hubiera aprobado la Constitución española, la realidad práctica, especialmente en Cataluña y Euskadi, nos convenció de adelantar el proceso preautonómico en que actualmente nos encontramos inmersos».
Está claro que multitud de catalanes pensamos exactamente al revés. Todos los que durante largos años hemos luchado en la Asamblea de Cataluña hemos exigido un proceso inverso. Queríamos un Estatuto inmediato –hace un año que nos lo debían haber concedido– y provisional que recogiera los principios y las instituciones configurados en el de 1932, e inmediatamente ejercer en este marco el derecho de autodeterminación que habría cristalizado en una Constitución catalana. Según la voluntad soberana de nuestro pueblo, habríamos cedido o no parte de nuestra soberanía para formar la comunidad de los pueblos hispánicos con una Constitución general, suma de las facultades cedidas por cada una de las partes soberanas que la quisieran construir.
Concesiones a los pueblos desde el centro o concesiones en el centro desde los pueblos, he aquí dos concepciones antagónicas. Pesará la primera, sin ninguna duda. ¿Cómo quedará la segunda? ¿Hay que esconderla? ¿Hay que dejarla medio desdibujada, cosa utópica? ¿Hay que afirmarla decididamente para hacer avanzar la historia? A mí me contaréis en el último supuesto.
Lluís M. Xirinacs.