Al servicio de este pueblo.
Avui. Sábado, 6 de Mayo de 1978. Página 7.
Patria gallega.
El pasado domingo, en Arbúcies, discutiendo sobre la autodeterminación de Cataluña, decíamos que una nación no puede defenderse sin salir fuera de sus límites. A menudo se siente en boca de catalanes: «Sólo pedimos que nos dejen hacer. Nosotros no nos metemos con nadie. Que tampoco los otros no se metan con nosotros». Y es cierto que en el Estatuto de Nuria declarábamos no querer nunca intervenir en una acción armada más allá de nuestras fronteras.
Pero esto es una actitud provinciana. Por caminos violentos o por caminos no-violentos, quien no sabe salir de su nido para defender sus intereses, verá que ni dentro del nido no los puede defender. En este sentido, la Entesa dels Catalans ya hace tiempo programó una campaña para dar a conocer Cataluña en todo el Estado español.
Este problema siempre me ha preocupado y continuamente alterno las atenciones en Cataluña con los cuidados exteriores. Hoy estoy en Galicia, en Ferrol. Nunca había estado en Galicia, y os aseguro que casi me da vergüenza hablar de Cataluña en Galicia. Euskadi y Cataluña, dos países desarrollados, defienden su nacionalismo con ventaja. Galicia, país subdesarrollado, defiende su nacionalismo en una perpetua agonía. ¿Sabéis que la inmensa mayoría de parlamentarios gallegos son de UCD y que, como es notorio, el presidente de la Xunta Galega es un conocido falangista de aquellos tiempos negros de la represión tan bien dibujados por el insigne Castelao?
Por todas partes se habla gallego. Pensaba que el dominio de los cantos populares era privativo de los vascos. Pues, no. Los gallegos cantan a voces por los codos y muy bien, con gaitas, acordeones, percusión. Siempre canciones gallegas. La gente vive las costumbres tradicionales y estima con desazón su patria. Saben su historia. Te la enseñan y describen su geografía con entusiasmo. Para la cena, una empanada del país. La «queimada» para la clausura. Luces apagadas. Las llamas del aguardiente regalando de la losa de barro, salpicando por la mesa. La lectura del largo «conxuro» a la luz de las llamas. Me animan a cantar «Els segadors» («Los segadores»), que saben acompañar con el acordeón y cantando su himno nacional sin que yo pueda seguir.
Pero el país está dividido entre derechas, izquierdas obreras y nacionalistas radicales. El campo es dominado por los caciques. Y el pueblo está desmenuzado.
Esta entrañable tierra, ¿volverá a ser rica y plena?
Lluís M. Xirinacs.