Al servicio de este pueblo.
Avui. Martes, 25 de Abril de 1978. Página 5.
Defensa civil de Cataluña.
Ya ha pasado el día de Sant Jordi. Los diarios le pintan bellas estampas. Se dice que abundaban más que nunca las banderas en los balcones. El editorial de «El Noticiero» se las tienen con los grupos discrepantes. Dice que hay que aislarlos y neutralizarlos. Pienso que si «El Noticiero» quiere la democracia habrá que respetar el derecho de existencia y de expresión de las minorías y el derecho de mantener abiertas las posibilidades de que algún día estas minorías puedan convertirse en mayorías. Sólo hay que evitar los medios violentos de expresión, incluidos los del sistema.
También se dice que, a pesar de la presencia apretada de tanta gente en la plaza de Sant Jaume, se ve un «cansancio» de las masas con respecto a las movilizaciones. Hace tiempo que escucho la misma expresión en boca de dirigentes de partidos muy diversos. Parece cierto que hay cansancio. ¿Por qué?
De un lado, la tensión de la lucha ha decrecido. Antes no había puentes entre los que mandaban y la oposición. Ahora la oposición forma parte del Estado en las Cortes, en los pactos de la Moncloa, en algunas pre-autonomías.
Pero quiero atraer la atención sobre otro aspecto. La movilización del pueblo reclama después la organización del pueblo. Y no me refiero a los partidos, que están en un proceso permanente de movilización y organización. Ellos representan una pequeña minoría del pueblo. Me refiero a la gran masa de la población. Una huelga obrera, aparte de sus reivindicaciones, hace falta que desemboque en una organización más profunda de la clase obrera. Una movilización cívica general de todo el país o particular de una comarca, de una ciudad, de un pueblo, de un barrio, es necesario que también sirva para iniciar o profundizar la organización cívica de ese territorio.
Y en el período posterior al 15 de Junio no sólo se ha desmovilizado inconsideradamente sino que además se ha desarbolado un movimiento asociativo y asambleario que se había montado pacientemente durante los últimos siete años. Esta organización popular, junto a un sindicato unitario de clase, que tampoco existe, habría constituido la base más firme de nuestra fuerza negociadora para una Cataluña libre, democrática y social. Incomprensiblemente, esto se ha impedido, y no precisamente desde el régimen. Sin embargo, todavía es posible.
Cataluña ahora necesita la Asamblea Popular, necesita un movimiento popular unitario para dar fuerza a la negociación política en Madrid y para mantener después nuestras contestaciones. ¿Somos una nación? Ninguna nación no se aguanta en la libertad sin una fuerza que la defienda. Lancémonos, pues, sin miedo al experimento valiente de nuestra defensa civil.
Lluís M. Xirinacs.