Al servicio de este pueblo.

Avui. Sábado, 22 de Abril de 1978. Página 5.

Un debate sobre los orígenes.

En un país donde pocas discusiones teóricas se dan, me complace intervenir en la pequeña polémica iniciada en torno al tema del pecado original. Josep Ballarín ve una realidad. Cardús y Estruch les parece, más bien, un mito. Lluís Cuéllar, ayer, se alinea con Ballarín, y hace ver el contraste entre la actitud de los creyentes que tienden a considerarlo pasado de moda y la actitud de sociólogos y filósofos y, en especial, de los marxistas que se decantan en considerarlo como una auténtica realidad histórica de los tiempos primitivos.

Yo me alineo con Ballarín y Cuéllar. Cada vez estoy más convencido de la existencia real de un «paraíso» primitivo donde no había opresión de la naturaleza ni del hombre por el hombre, donde no había opresión de la mujer, donde no había violencia social sustancial, donde no había el desbarajuste psicológico y fisiológico que sufrimos ahora. Después aparecieron las terribles contradicciones personales y sociales que ahora nos ahogan.

Mi opinión es que se trata de un hecho histórico detectable científicamente en toda la Tierra, cada lugar en tiempo diverso. Este tránsito que llamamos «pecado original» coincide con el tránsito del paleolítico al neolítico, de la vida humana de parásito sobre la naturaleza propia de cualquier otra especie animal a la vida humana descubridora del trabajo creador de valor y transformador de la naturaleza mediante la minería, la agricultura, la ganadería y las diferentes técnicas de la civilización que llevaban una mutación en el orden social con la desaparición de los clanes, del matrilineado (mal dicho matriarcado), de la propiedad común y con la aparición de la lucha de clases, de la guerra, del Estado opresor, encarnado en la ciudad y en su rey, del Dios lejano, etc.

En la narración bíblica de la caída del hombre se reflejan bastante bien estas realidades, históricamente demostrables desde hace diez mil años antes de Cristo, y que fueron el resultado de la modificación de la humanidad y del agotamiento de los recursos naturales espontáneos. Habla del afán creador del trabajo del hombre que lo equipara a Dios, de la dureza del trabajo, de la esclavitud, de la opresión de la mujer, del desastre ecológico, de la pérdida de la armonía psicológica, con el desencadenamiento de las pasiones.

Una prueba de la actualidad de esta problemática tan antigua, que parece un mito, es el librito Política i feminisme (Política y feminismo) de Judith Ibáñez y Rosa Maria del Valle, editorial AC, que me han venido a ofrecer sus autoras. Es una recopilación de preguntas que ellas hacen a muchos parlamentarios catalanes, jefes de fila de partidos y senadores por Barcelona. Hasta que no tomemos conciencia de las causas históricas del desbarajuste original, en el tema de la mujer y en tantos otros temas fundamentales, y no les encontremos la solución superadora, estos problemas constituirán siempre una llaga abierta en medio de la humanidad.

Ahora más que nunca hay que meditar aquel enigma primitivo que nos explica como el hombre más progresivo que inventa el trabajo desata los males de la humanidad y como el hombre que permanece en la armonía primitiva condena a la humanidad a estar siempre muriendo de hambre como las especies anteriores.

Lluís M. Xirinacs.