Al servicio de este pueblo.
Avui. Sábado, 1 de Abril de 1978. Página 5.
Aberri Eguna 1978.
He venido al País Vasco a hablar de nacionalidades justamente cuando se perdían por las esquinas de sus ciudades los últimos gritos del Aberri Eguna 1978. Aquí la gente está, en general, muy satisfecha. Se hacen ciertas críticas, en especial por la falta de espíritu unitario, que otros, sin embargo, ven como un signo positivo de la gran vitalidad del pueblo vasco. Cada partido ha hecho la convocatoria por su cuenta. Los carteles convocantes son de lo más variados. Por ejemplo, el PSOE convoca sin ningún eslogan. El PNV tampoco pone eslogan, pero el dibujo representa diferentes aspectos del folclore vasco. El PCE pone una paloma de la paz y la frase en euskera «autonomía y paz». Cada grupo político participó en las manifestaciones bien distinguido y separado de los demás.
En Madrid, el Aberri Eguna más bien cayó mal. El editorial del «Ya» sólo veía separatismos. Se criticaba la falta de responsabilidad de los parlamentarios vascos implicados en una manifestación de signo tan independentista. Se hablaba de investigaciones y sanciones. El ministro Clavero negó el derecho de autodeterminación. Y el vicepresidente del gobierno para Asuntos de la Defensa salió bruscamente en defensa de la unidad de España.
Luego los ánimos se han calmado. Se ha hecho una operación desdramatizadora. Parece que no habrá sanciones.
Pero queda, por debajo, el gran equívoco de siempre. En Madrid y en la periferia se hablan dos lenguajes diferentes: nación o nacionalidades, autonomías o autodeterminación, que suponen dos pensamientos diferentes, de momento, irreconciliables. Los dictadores de antes sólo están dispuestos a ceder hasta la autonomía concedida desde el centro, dando prioridad a la unidad española por encima del pluralismo de los pueblos. Las naciones no quieren ni pueden renunciar a su derecho histórico y actual a la autodeterminación. Como mucho aceptarán la autonomía sólo como un paso hacia la autodeterminación. En resumen, vamos hacia las autonomías con dos espíritus de fondo opuestos.
Hay que aprender a respetar las ideas, por opuestas que sean. Hay que aprender a respetar el derecho de expresarse públicamente. Hay que aprender a hacer en la práctica lo que es posible en cada momento. Y hay que aprender a no blandir la fuerza armada como argumento para imponer el propio criterio, porque se incita al bando contrario a hacer la misma cosa.
Lluís M. Xirinacs.