Al servicio de este pueblo.
Avui. Jueves, 30 de Marzo de 1978. Página 5.
Democracia suiza de base.
Los catalanes emigrados en Suiza me explicaron una anécdota de Manuel Fraga Iribarne. Se sabe que es enemigo de las autonomías y alguien le sugirió que el Estado español podría tomar ejemplo de la gran democracia que reina en la Confederación Helvética. El respondió: «¿Cómo se puede comparar una vaca suiza con un toro español?».
El hecho es que Suiza goza de una democracia que fuera envidiable si la causa económica no fuera, como todo el mundo sabe, la emigración de capitales fugados de otros países como el nuestro. La riqueza de unos se hace a costa de la pobreza de otros. El gran capital necesita un país seguro y estable políticamente para depositar su dinero. Ha elegido países pequeños, como Suiza, Luxemburgo o Liechtenstein, y así le resulta más baratita la inversión en estabilidad democrática. Ni los Estados Unidos, abanderados de la libertad democrática en el mundo, no pueden tolerar tantas autonomías internas como son concedidas a Suiza.
La Confederación deja en una libertad casi total cada uno de los veintidós cantones. Las leyes y las costumbres difieren notablemente de cantón a cantón. Todo se hace por referéndum y votaciones. Aun la adhesión de los diferentes cantones a la Confederación ha seguido un largo proceso histórico, desde el 1291 hasta el 1815 en que se incorporan los tres últimos cantones. Y ellos dejan también una gran autonomía a los municipios.
Hasta el 1848 la soberanía residía en cada cantón. Sólo se cedía a la Confederación la diplomacia, el ejército y la solución de las desavenencias cantonales. La victoria de los liberales racionalistas sustituye la Dieta de comisionados por un gobierno central federal.
Sin embargo este gobierno continúa muy respetuoso de las antiquísimas costumbres de democracia popular o de base. Todavía quedan dos cantones, Glarus y Appenzell, en los que no se conocen las urnas. La gente no va a votar porque todo se decide en asamblea popular abierta, la «Landsgemeinde», donde puede participar todo el mundo y las cosas se dicen en la cara.
¿Sabremos los catalanes ir avanzando decididamente como los suizos hacia la constitución de un Estado libre y unido sin abandonar, sino ampliando cada día más, nuestra democracia de base unitaria, comarcal, municipal y de barrio? ¿Sabremos ir conduciendo la política española hacia un pacto libre entre los pueblos que fundamente una sólida comunidad ibérica superior y libre? Los signos de los tiempos no marcan precisamente ahora una inclinación hacia el fortalecimiento de estos objetivos que respetan mejor la voluntad de los pueblos.
Lluís M. Xirinacs.