Al servicio de este pueblo.
Avui. Miércoles, 29 de Marzo de 1978. Página 5.
La patria y la nación no se imponen.
Cuando los periódicos catalanes, con tono triunfalista, pusieron en primera página que el término «nacionalidades» había sido aceptado en el nuevo texto constitucional por primera vez en la larga historia de las Constituciones españolas, ya protesté en mi columna de «Mundo Diario» (del 18-3-1978). Decía que no se puede imponer la patria a nadie sin consulta previa. También decía que no se puede aceptar el equívoco entre los términos «nación» y «nacionalidades» empleados en el mismo artículo 2 del borrador de la Constitución.
Un tercer punto no tuvo cabida en la columna, supongo que por falta de espacio. Decía que rechazaba de plano los términos «indivisible» y «indisoluble», también del mismo artículo constitucional, porque impedían el ejercicio del derecho de autodeterminación.
Ahora leo la valiente colaboración de Félix Cucurull, en el AVUI del 23-3-1978, titulada «Comulgar con ruedas de molino». Debo decir que yo comulgo con este artículo. De momento, la unión del Principado de Cataluña con el Estado español es por derecho de conquista.
Dice Jacques Maritain que si un grupo de naciones determinan ir juntas voluntariamente, puede que al cabo de unos cuantos siglos, si las cosas van bien, aquella unión constituya una especie de nación de orden superior. Pero este, de momento, no es el caso del Estado español. De momento no se nos da la oportunidad de autodeterminarnos. Es tema tabú. Madrid nos dan las pre-autonomías. Nos asignan poderes y se reservan otros en una Constitución española previa a nuestra determinación autonómica. Se nos niega la soberanía.
Haría falta primero nuestra determinación y después el pacto ibérico, que daría paso a unos convenios constitucionales conjuntos. Nosotros, los catalanes, sabemos que somos una nación, y que Cataluña es nuestra patria. El pasado domingo los vascos celebraron sin ningún tipo de vacilación el Aberri Eguna, el día de la patria. Aberri quiere decir patria en el sentido más político que se pueda pensar. España, como superpatria o como supernación, todavía ha de nacer. Por ello catalanes y vascos insistimos en llamarla todavía Estado español.
Se trata de un asunto demasiado fundamental para poder ceder. Si la nación y la patria es España, las nacionalidades no son nada, ni tienen ningún derecho de soberanía o de autodeterminación.
No podré votar a favor de una Constitución que pise el derecho histórico más irrenunciable de todos los derechos de nuestro pueblo. Y, con Félix Cucurull, oso hacer un llamamiento a todos los hombres responsables de Cataluña, políticos y no políticos, parlamentarios y no parlamentarios, para que tomemos una actitud digna y unánime de rechazo de este desgraciado segundo artículo de la Constitución.
Lluís M. Xirinacs.