Al servicio de este pueblo.
Avui. Sábado, 18 de Marzo de 1978. Página 10.
El lenguaje difícil de las votaciones.
Cuando el ciudadano lea este artículo estaré en el palacio de la Generalitat para votar el reglamento de régimen interno de la Generalitat.
Los pactos de Perpinyà determinan que este reglamento sea votado por los parlamentarios. Ningún senador no estaba en Perpinyà. Yo, al margen de la prensa, ni tengo a la mano el protocolo de Perpinyà ni el texto del reglamento. En una reunión de los cinco consejeros políticos y los jefes de fila de los partidos parlamentarios se decidió que el sábado se sometería el reglamento a votación de los parlamentarios. Se decidió también que no habría debate, ni siquiera explicación de voto. Más que parlamentarios parecemos «callamentarios». Para no crear incidentes, pues, habrá que hace que todos pongamos punto en boca.
Y nos queda sólo el canal expresivo, exiguo y estrecho de las votaciones. ¿Se imaginan un idioma de cuatro palabras: sí, no, abstención y irte a pasear? Éste es nuestro único lenguaje posible.
Si ningún evento de última hora no me hace cambiar, yo votaré abstención. Y esta generosa columna del AVUI me suministrará la oportunidad de explicar mi voto, negada antidemocráticamente en el palacio.
No es ninguna censura al pretendido presidencialismo del reglamento. Creo que en una situación de transición, como la que pasamos, es necesaria la máxima cohesión del ejecutivo. Y, rotundamente, nuestro ejecutivo de concentración de una gama de fuerzas tan amplia, peligraría de ineficacia sin este refuerzo unitario que rezuma el reglamento de la pre-autonomía.
No es, tampoco, ningún intento de poner palos en las ruedas de la Generalitat. Es necesario que el reglamento vaya adelante porque también lo vaya nuestra Generalitat. Puesto el consenso básico de los partidos con opción ejecutiva, que votarán sí prácticamente todos, esta abstención va dirigida, no a los compañeros catalanes que lidian de la mejor manera que pueden dentro de la legalidad, sino a denunciar esta legalidad que todavía no permite que en Cataluña el idioma oficial sea el catalán. Quiero recoger el derecho soberano de nuestro pueblo a tener nuestra lengua como base de nuestra vida oficial, derecho en el que creen la gente de nuestro pueblo y los mismos parlamentarios que votarán sí para posibilitar llevar adelante el resto de los artículos de este reglamento tan necesario.
Todas las atenciones, traducciones y explicaciones para los inmigrantes con dificultades de idioma, pero nuestra más enérgica repulsa contra un gobierno de Madrid que todavía no nos reconoce legalmente la oficialidad básica de nuestra lengua y contra algunos componentes de las diputaciones catalanas que se niegan a tramitar documentos en catalán amparándose en las disposiciones vigentes.
Lluís M. Xirinacs.