Al servicio de este pueblo.
Avui. Miércoles, 8 de Marzo de 1978. Página 6.
Captando la paz en la base.
Jaume, el conquistador, no pudo frenar el empuje de sus campañas hacia el sur, y liberó de moros el reino de Murcia. Mi visita a tierras de Alacant y Alcoi con fines no-violentos también ha tenido que acabar con una ofensiva a favor de la no violencia en Murcia.
El amigo del alma, Paco Cuervo, me ha hecho conocer estos lugares encantadores, desconocidos para mí. Entramos en el valle espléndido de Murcia a través de la Huerta de Orihuela, conjunto bellísimo de rocas y palmerales.
En su casa, en el pueblo de Los Garres, al pie de una cordillera altiva, la Cresta del Gallo, ya de noche, empiezan a venir todo de personas encantadoras, cordiales, sencillas, alegres, que pertenecen a una comunidad cristiana y al Colectivo no-violento. Son de un grupo de aldeas. Conversación larga y seria. «El pueblo unido jamás será vencido». Hay que despertar la responsabilidad social del pueblo. Están dispuestos a hacerlo. La reunión termina con un pastel de manzana para celebrar el primer año de matrimonio de una pareja.
Después quedo con Paco, Pilar y el hijito, Pablo, de seis meses. Sencillez radical. Ella es maestra, él hace de fontanero. Ella toma cuidado del niño, él hace la limpieza y la cocina.
Por la mañana cogemos el coche, subimos por la cordillera y en un valle escondido y solitario, llegamos a una casita de oración. Allí vive siempre Roser, cuarenta años de edad, y acoge quien quiera hacer silencio y orar. Roser fue cofundadora de Rosa Sensat y maestra de gitanos en el Campo de la Bota, en Barcelona. Ahora es una estrella luminosísima, la estrella del sur. Y gente de todas las cercanías tiene cuidado a retirarse de vez en cuando para recuperar la luz que se pierde en las curvas de los senderos de la vida.
También yo he hecho silencio un rato después de haber roto aquellos silencios con unas gorjeos de flauta, y he recibido la gracia de caridad de un poco de paz.
Por la tarde, en la librería «Yerba», he hecho la presentación del libro «Diario de un mendigo de la paz», de Paco Cuervo. Él fue el mendigo de la paz de Murcia, y se estuvo tres meses delante de la prisión de Murcia pidiendo amnistía. Él fue mi compañero queridísimo en aquellos días difíciles que no se sabía si el parto de la democracia sería normal o sería necesaria la cesárea, y él tuvo la fuerza de voluntad, que me faltó a mí, de escribir cada día unas rayas de diario para dejar constancia de la riquísima variedad y generosidad de un pueblo que salía a la luz después de cuarenta años de opresión.
Por la noche, en Algezares, otro pueblecito, hablamos de los malditos presos sociales ante una multitud sentada en sillas, en el suelo, o en pie derecho, que mostró por estos marginados un interés que nunca se encontrará en las honorables sesiones del pleno del Senado. El tema se lo habían elegido ellos.
He vuelto de Murcia muy cansado pero limpio de pies a cabeza.
Lluís M. Xirinacs.