Al servicio de este pueblo.
Avui. Domingo, 5 de Marzo de 1978. Página 10.
Alella.
De pequeño viví un año. Mis catorce años. Aspirando a escolapio en la casa fantasiosa y en los jardines exóticos de Can Borrell. De maestro escolapio viví dos meses para dar clases a chicos suspendidos en junio.
Ahora me llaman, veinte años más tarde, para hablar de democracia y pueblo. Son gente que me ayuda a responder la avalancha de cartas que me llegan. He ido y, conmigo, muchachos del Frente de Acción Popular No-violento. Nos han recibido con una hospitalidad exquisita. Cena previa con cabrito y Alella marfil.
Es tradicional, dicen, que el pueblo de Alella, unos dos mil ochocientos habitantes, sea refractario a innovaciones. No sé por qué. Sin embargo, existe un espléndido Casal que hace el trabajo de una asociación de vecinos. Tiene unos doscientos cincuenta socios muy despiertos. Cuenta con comisiones de cultura, de excursionismo, canto coral, teatro, padres de familia, cine-fórum, propaganda, investigación, sardanas. Y no es la única asociación.
En la sala había unas doscientas cincuenta personas. Quizás las del Casal. Pero el acto era abierto a todos. El coloquio fue muy vivo y cordial.
Los primeros pasos de la democracia todavía se sitúan muy lejos de las necesidades inmediatas de un pueblo. La constitución de los partidos políticos afecta a todo el país. El pueblo tiene sus militantes que contribuyen a la solución de los problemas de la sociedad en general. Las elecciones a Cortes de Madrid también apuntan a grandes problemas generales del Estado. El pueblo ha contribuido dando su voto. La pre-autonomía nos acerca el autogobierno, pero Alella es muy pequeña y Cataluña tiene problemas inmensos. Aunque esto queda lejos. Las municipales no han llegado. Cuando lleguen servirán para atacar todo un grupo de los problemas de este pueblo concreto.
Y, por debajo de todo, es necesario, para construir una democracia sólida, que el noventa por ciento de la población, hasta ahora inhibida, se abre decididamente a sus responsabilidades sociales sin abandonar sus responsabilidades individuales y familiares.
Discutimos detalladamente cómo se podría hacer eso. Había gente de otros pueblos vecinos, interesadísimos. Tiana. Montmeló.
Democracia de base junto a la democracia de altura. Participación popular masiva en las responsabilidades sociales, cantera de futuros grandes políticos. Hambre de responsabilidad, después de cuarenta años de infantilismo.
Esperemos que también en este terreno Alella dé un vino tan fino como el de la caja con la que nos obsequiaron.
Lluís M. Xirinacs.