Al servicio de este pueblo.
Avui. Sábado, 11 de Febrero de 1978. Página 14.
La derrota de los más pobres.
Hoy, a las tres y media de la tarde, ha sido derrotada la toma en consideración de la proposición de ley de indulto para los presos sociales. Mucha gente superficial o egoísta se alegrará. Yo estoy muy triste.
Estos últimos meses he sido objeto de fuertes ataques porque me he dedicado a defender este indulto. He perdido seguramente muchos de los que me votaron. Me he ganado muchos enemigos. Y suerte que mis amigos se han sometido espontáneamente al tormento inacabable de defenderme, de otro modo la cosa habría ido peor.
He hecho exactamente lo contrario de lo que hace cualquier político que quiera conservar una buena imagen. He elegido la peor causa: una causa perdida. O mejor: la causa de los más perdidos de la sociedad.
Ya no es hora de defenderlos. Ya lo he hecho lo suficiente. He intentado en artículos en el diario, en entrevistas por radio y sobre todo con el mismo gesto de asumir esta causa tan perdida, tocar el corazón del pueblo, dejando a otros políticos los primeros puestos en las presidencias y los temas más lucidos para sus intervenciones.
A pesar de las manipulaciones de la opinión pública, a pesar de las campañas desestabilizadoras y terroritzadoras, yo creo en la inteligencia del corazón del pueblo, yo creo que el pueblo no cae en la trampa que los enemigos del pueblo están en las cárceles. La gente sencilla sabe que el enemigo del pueblo está en otro lugar y que a la cárcel van a parar los elementos más desgraciados del pueblo, los procedentes de los lugares más subdesarrollados, los dotados de la peor educación, los faltos de las mejores oportunidades.
Porque la gente sencilla del pueblo tiene un corazón inteligente y en él confío.
Quizás el pueblo sencillo no sabe que dentro del infierno de los desgraciados, que está en la cárcel, se ha producido el milagro que naciera una nueva figura del preso más social, más responsable, más solidario. Y que son éstos los que quieren el indulto para rehacer sus vidas.
Me creo comprendido por el corazón del pueblo. Y como también los senadores tienen corazón, les he hablado al corazón. El debate ha sido extremadamente serio y solemne. Yo quería convencerlos para que se cambiaran decisiones en los grandes partidos. Los he sugerido la posibilidad del voto secreto para salvar las conciencias. Las directivas de los grandes partidos no la han aceptado.
Han permanecido fieles a su firma los firmantes catalanes y vascos que me han hecho mucha compañía y han cambiado de decisión algunos senadores del grupo de progresistas y socialistas, especialmente movidos por la defensa hecha por Juan María Bandrés, que ha estado a la máxima altura.
Estimados presos sociales, a pesar de todo, os pido que no desesperéis.
Lluís M. Xirinacs.