Al servicio de este pueblo.
Avui. Miércoles, 18 de Enero de 1978. Página 7.
Hiperrealismo político.
Hablando con Juan María Bandrés de las actuaciones de los políticos, se refirió a un concepto muy interesante, que él llama hiperrealismo político. En la política pasa como en la lógica. Se dan diferentes niveles de abstracción.
Pongamos un caso. Hay que votar los presupuestos del Estado para el 1978. La sala de los plenos del Senado es ocupada por los diferentes representantes elegidos por el pueblo. Sabemos que el grupo parlamentario de la UCD quiere que se vote la ley íntegra sin cambios. Los catalanes queríamos presupuesto para las entidades autónomas. Nos han derrotado en la comisión. ¿Hay que votar a favor o en contra?
Yo creo que si estamos por defender el pueblo que nos eligió a nosotros en Cataluña, sería realista votar en contra. En cambio, el hiperrealismo diría: «Seremos derrotados. Las posiciones testimoniales son inútiles. Votamos a favor, que esto reforzará la nueva democracia». De esta manera unos opositores, para no hacer el ridículo -dirían-, pasan a aumentar el número de votos del sistema que nos parece injusto. Si sólo se puede votar lo que realmente se quiere cuando se está seguro de ganar, no sólo no se es realista sino que se distorsiona la realidad.
Una minoría discrepante no es necesariamente algo inútil. Y difícilmente se llega a tener mayoría si antes no se pasa por la fase de minoría. Justamente «arribismo» significa ponerse siempre del lado del ganador. Hay valores que en un momento histórico determinado no tienen condiciones objetivas para triunfar. ¿Quiere decir esto que hay que abandonarlos?
Es difícil saber qué valores no triunfantes hay que mantener y cuáles hay que abandonar. Sólo personas o grupos con una afinada visión de futuro podrán acertar. Pero ciertamente el criterio del triunfo no es un criterio absoluto. A veces triunfa una gran inconveniencia y a veces es vencida una gran conveniencia. La democracia pide un esfuerzo de clarificación. Si, por razones tácticas, todo el mundo tomara siempre posiciones falsas en torno a los poderosos del gobierno, luego no se podría pedir al pueblo su voto, porque estaría perfectamente desorientado.
Si somos una minoría oprimida en la ley de presupuestos, habremos de votar en contra la minoría en bloque. Por este camino no desestabilizaremos la democracia, porque éste es exactamente el camino democrático.
Lluís M. Xirinacs.