Al servicio de este pueblo.
Avui. Martes, 17 de Enero de 1978. Página 6.
El ámbito de los partidos en la sociedad.
Quizás entre la gente del pueblo, en los últimos tiempos asciende la fobia contra los partidos. Se trata de unas críticas que en general, son injustas. La gente no politizada suele ser muy concreta. Quiere que se le arreglen los problemas concretos, pequeños, locales. Cada uno pide para él, y se desolidariza del resto. La gente expresa deseos, sin tener cuidado en la problemática del conjunto. Ayer fui a Térmens y Balaguer, se ha instalado una papelera que lo infecta todo. Más arriba, hacia Artesa, se quiere instalar una fábrica de productos químicos, y la gente del lugar teme un nuevo Seveso.
Es de responsabilidad, no de los partidos, sino de todos los ciudadanos de un lugar determinado velar por los intereses del lugar. No es correcto pedir a los partidos que lo hagan todo a nivel local. Se les quiere hacer como una especie de «chantaje»: «Como sabemos que deseáis nuestros votos para las elecciones, Allá nos ponéis este puente, esa carretera, etc.». Entonces los partidos se encuentran ahogados por miles de pequeños problemas locales, a menudo contradictorios entre ellos, que no pueden resolver, y la presión por su solución les impide atender otros problemas de carácter más general o supralocal. La misma observación se podría hacer referente a lo que se espera de la Generalitat.
Hay que hacer ver al ciudadano común que él es el responsable, junto con sus vecinos, de la solución de los problemas locales y, en todo caso, el último responsable es el ayuntamiento. Y hay que ver al ciudadano común que si la Generalitat va siendo progresivamente responsable de la solución de los problemas del ámbito del Principado, los partidos políticos, a pesar de tener raíces y, por tanto, responsabilidades parciales, a nivel local y de Principado, lo que los liga fundamentalmente es la defensa de los intereses de una clase social determinada, que, aunque tiene características locales, regionales, y nacionales, se extiende más allá de estas circunscripciones y alcanza el internacionalismo. Ni el capital ni el trabajo no tienen fronteras.
Es necesario, por tanto, no escandalizarse de los lazos orgánicos interestatales de los partidos de diferentes nacionalidades, ni de las homologaciones interestatales de estos mismos partidos. El problema de la «obediencia catalana» de los partidos catalanes es en realidad un pseudo-problema. Los partidos se atan internacionalmente o no son propiamente partidos, sino grupos testimoniales o movimientos nacionales. Como tampoco hay que escandalizarse que en las homologaciones europeas el partido más grande determine su línea política sobre otros partidos más pequeños, o homologables con él, de otros Estados.
No estorbemos el trabajo propio de los partidos con naderías.
Lluís M. Xirinacs.