Al servicio de este pueblo.
Avui. Martes, 3 de Enero de 1978. Página 5.
Liberalismo y anarquismo.
Josep Dalmau en su artículo hizo patentes las relaciones entre liberalismo y anarquismo. Manuel Cruells le responde haciendo ver las servidumbres del liberalismo burgués y sus radicales diferencias respecto a los movimientos libertarios «que al fin y al cabo han sido siempre los que han llevado hasta las últimas consecuencias el ideal de libertad». Pero es Cruells mismo quien cede a Dalmau cuando nos reproduce la situación de Salvador Seguí: «Nuestras teorías están más cerca del liberalismo clásico que del socialismo estatal, porque éste tiende a anular al individuo, mientras que aquel, acepta, aunque sólo sea en teoría, la libertad que cada uno tiene a desarrollarse según sus convicciones y conveniencias».
Mi opinión en este debate es que hay que sustituir la mentalidad racionalista que pone en línea recta la extrema izquierda (anarquismo), la izquierda (socialismo de Estado), el centro (liberalismo clásico) y la derecha (fascismo). Yo veo una redonda dividida en cuatro posiciones: anarquismo, socialismo de Estado, liberalismo y fascismo que vuelve a ligar con anarquismo. Anarquismo y liberalismo se parecen porque ambos postulan la libertad, pero son diametralmente opuestos. Socialismo de Estado y fascismo se parecen porque ambos instauran dictadura, pero son diametralmente opuestos. También hay que ver que las posiciones vecinas, separadas por noventa grados, parecen las más opuestas y, sin embargo, no lo son tanto como las mencionadas anteriormente.
Es una barbaridad la frase de Seguí de que el anarquismo está más cerca del liberalismo clásico que del socialismo de Estado. Anarquismo y socialismo tienen algo básico en común: la supresión de la propiedad privada de los bienes de producción. Este punto es mucho más importante que lo que respecta a la libertad política.
A menudo los anarquistas olvidan de que la economía es más determinante que la política, y se dejan influenciar y castrar por la ideología dominante liberal-capitalista. En un país pobre, por muy izquierdista y por muy popular que quiera ser, no habrá otra salida que la dictadura. La escasez de medios de subsistencia provocaría un desorden que haría imposible la convivencia. En cambio, un país rico, por derechista y conservador que sea, provocará formas políticas de democracia y de libertad. La abundancia de medios de subsistencia siempre fabrica libertad.
El liberalismo sólo es válido en países ricos. Y, de momento, sólo hay países ricos a base de reducir a otros países a la miseria. El momento del anarquismo todavía queda lejos: cuando todos los países sean ricos y no haya escasez de bienes de subsistencia en ninguna parte del mundo.
Lluís M. Xirinacs.
Diseño de la ilustración: Joana Gironella Solé.
Guión de la ilustración: Brauli Tamarit Tamarit.