Al servicio de este pueblo.
Avui. Miércoles, 21 de Diciembre de 1977. Página 7.
Milagro en el Clot.
Domingo, 2:30 del mediodía. Cielo gris. Ruido sordo de los motores zumbantes de la Meridiana. Barrio del Clot y Camp de l'Arpa. Un milagro de terrenos de la RENFE recuperados para los vecinos. Como si fuera una ancha avenida, larga, muy larga, llena de atracciones para los niños, columpios, toboganes, barras para trepar y colgarse, arena, campos de fútbol y de baloncesto, árboles apenas plantados que todavía no brotan, defensas contra la invasión de coches, una antigua harinera convertida en museo, unos edificios que se convertirán en escuelas, gimnasios, piscinas cubiertas. Un milagro. Todo recuperado con el esfuerzo, con las movilizaciones de los vecinos, constituidos en asociación e integrados con sus entidades en una coordinadora de entidades de barrio.
La noche anterior, fuego de campamento y tiendas plantadas para dormir en el terreno reconquistado de nuevo. Regateo de RENFE, que destroza útiles edificios macizos para llevarse por delante cuatro ridículas vigas de hierro. Intentos de la Administración de vender terrenos del común para edificar bloques privados, contra los acuerdos del Pacto de la Moncloa.
«Se establecerán medidas cautelares especiales con vistas a limitar al máximo la reconversión a usos privados del suelo actualmente destinado a usos públicos o instalaciones oficiales y paraestatales.»
Esta y otras razones muy razonables fueron empleadas por los convocantes de la asamblea del barrio que se desarrolló a mediodía en los terrenos recuperados, falso techo, con participación viva e inteligente de más de un centenar de personas. Todo el día fue un desfile continua de miles de vecinos interesados en comprobar el milagro con sus propios ojos.
Todos tenían el temor de que la conquista fuera arrebatada por el proyecto de convertir aquella larga y ancha franja de terreno en una vía rápida de penetración hacia Sant Martí de Provençals.
«Hay que ocuparla, hay que usarla». «Que vean que es muy nuestra y bien necesaria». Y los niños dan saltitos felizmente detrás de la pelota allá, allá donde los padres responsables discutían el futuro del barrio sin añorar el vermut o las tapas, sin sentir el hambre de ir a comer que se siente a las dos y media de la tarde con el estómago vacío.
Lector, ¿te has apuntado a la Asociación de Vecinos de tu barrio?
Lluís M. Xirinacs.