Al servicio de este pueblo.
Avui. Jueves, 15 de Diciembre de 1977. Página 6.
Sobre la lucha de clases.
Se podría decir que si el siglo XVIII fue el siglo de la razón, el XIX fue el de la lucha de clases. La razón estalló de muy antiguo, pero el siglo XVIII se entronizó en Notre Dame de Paris. También la lucha de clases viene de muy antiguo, pero el siglo XIX se canonizó en el manifiesto del Partido Comunista.
En 1925, el físico Werner Heissenberg anunció su famoso principio de indeterminación y con él hizo abdicar la razón de su pontificado. Desde ese año, la razón ha ocupado el lugar que le corresponde en el conjunto de las realidades humanas.
Me parece que el inicio de bajada del protagonismo de la lucha de clases comienza con la distensión mundial después de la guerra fría de los años cincuenta. El punto culminante del protagonismo de esta lucha, que comenzó humildemente en los barrios industriales londinenses, fue la participación del planeta en dos bloques antagónicos, Este y Oeste, enfrentados en la guerra fría. La mentalidad simplista de la victoria mundial del socialismo cedió lugar a la búsqueda de compromisos. Dialécticamente hablando, no tiene sentido que la antítesis socialista venza, en la lucha de clases, la tesis capitalista. Restaría cerrado el salto a la síntesis. El paso a la síntesis dialéctica implica que el final asume los contenidos de tesis y de antítesis. Mientras la clase antitética de los oprimidos ha ido creciendo desde cero hasta el control de casi medio planeta, ha conservado su sentido pleno la lucha de clases y todavía tiene sentido porque aunque el capitalista es más fuerte que el proletario. Pero la correlación se va liberando y, poco a poco, la lucha de clases va cediendo el terreno a la síntesis de clases, expresión que ha asustado a todos los revolucionarios al estilo del siglo XIX.
Existen en nuestra humanidad unos elementos unitarios, escondidos por razón de la agudización de la lucha de clases, que son comunes a opresores y oprimidos y que ahora están en alza. Derechos humanos, valores democráticos, objeción de conciencia, reivindicaciones personales, familiares, municipales, comarcales, nacionales, de empresa, libertades creativas, religiosas, educativas, protección de la salud, de la educación, de los marginados, salvaguarda ecológica, etc.
Estas reflexiones, válidas en general, son aplicables sobre todo en los países del primer y segundo mundo. El tercer mundo va más atrasado. Pero Cataluña pertenece al primer mundo.
Lluís M. Xirinacs.