Al servicio de este pueblo.
Avui. Sábado, 10 de Diciembre de 1977. Página 5.
Un desierto en el corazón del pueblo.
Tengo dos hermanas monjas contemplativas, especializadas en la vida interior, en un mundo que cada día nos violenta más vivir hacia el exterior de nosotros mismos. Hace dos años que no las había visitado. Mi largo compromiso de mantener la guardia ante la prisión de Barcelona me lo impidió. Ellas no protestaron nunca. Prisioneras voluntarias, comprendían perfectamente mi prisión, también voluntaria, para ayudar a los presos forzados por un sistema injusto.
Hará pronto dos meses que abandoné la Cárcel Modelo y, sin embargo, el inmediato propósito de visitar las hermanas no ha podido realizarse. Parece como si los parlamentarios fueran bomberos. Todo el mundo nos llama a todas horas para apagar todos los fuegos. Hoy había dedicado la mañana a una hermana que está en Pedralbes y la tarde en la que se está en Vilafranca del Penedès. Sólo he podido cumplir el primer propósito. La de Vilafranca tendrá que esperar. Las tragedias de los minusválidos se han interpuesto y ei viaje se ha ido a pique. Y la hermana de Pedralbes ha tenido que conformarse con tres cuartos de hora raquíticos. Porque el gobernador civil me había citado a continuación.
«Un desierto en el corazón del pueblo». Esto quiere ser mi hermana. No un desierto visto con ojos económicos, árido y estéril, sino un desierto de silencio, de soledad, de serenidad, de reflexión, de vida interior. Yo bien agobiado y agobiador, como los bomberos con sus sirenas. Ella está centrada y centradora, serena y serenadora como el pico de Aneto.
Es bueno, compañeros, detenerse un poco en el camino y entrar en uno mismo para poner orden interior, para pensar las cosas que nos pasan despacio y en profundidad, para comparar la vida que llevamos con la vida que se nos pide desde dentro, para ver si somos coherentes con nosotros mismos, para limpiarnos de las mentiras y falsedades que se nos van introduciendo. Yo quisiera compartir con el pueblo la inmensa suerte de disponer de dos hermanas contemplativas que, aunque tarde dos años en verlas, su mera existencia me recuerda continuamente que hay serenidad, meditación, distancia, paz, profundidad, imparcialidad, pureza, autenticidad ante los acontecimientos de cada día. Y pido al pueblo que no se olvide de esta clase de mujeres que fielmente velan un espacio vital tan fundamental del hombre, que es su vida interior, hoy día tan tristemente polucionado por las propagandas, las prisas, los deseos exacerbados, las medicinas, los espectáculos alucinantes, la vida trepidante de la gran ciudad sin entrañas, sin corazón.
Lluís M. Xirinacs.