Al servicio de este pueblo.
Avui. Jueves, 1 de Diciembre de 1977. Página 5.
El Senado defensor de naciones.
Vengo del meollo de Euskadi, este otro pueblo que, como el nuestro, se esfuerza por salir de su sujeción. Quizás Guipúzcoa es la más nacionalista de todas las «provincias» vascas, y en su capital, Donostia, el núcleo viejo, donde hice la conferencia, es donde se concentra la tendencia que ellos llaman «abertzale». Allí se encuentra bien vivo el deseo legítimo de un pueblo de convertirse en independiente. Y se mastica la rebeldía, la frustración, la desesperación, según los casos, de no poder llegar nunca.
El senador Juan María Bandrés me hizo una presentación gentil. Siempre ha puesto su profesión de abogado al servicio de los luchadores etarras. Es, pues, posible que alguien se lo imagine como un devorador de enemigos. Es una persona excelente, con una sensibilidad exquisita, es nacionalista de cabo a rabo, pero eso no le quita por un lado ser en conjunto un humanista, un preocupado por los oprimidos y marginados de todo tipo y, por otro, un hombre de diálogo, de puente que, pese a su discrepancia hacia un sistema opresor de su pueblo, se ha presentado a elecciones y, por consiguiente, se ha prestado a trabajar desde dentro del sistema. Ni a él ni a mí nos gustan los asesinatos de las personas, pero aún menos el asesinato sistemático de la soberanía y de la capacidad de autodeterminación de los pueblos.
En este y en otros sentidos estamos disgustados con el congreso y con el senado. Todavía estamos. Todavía, de una forma u otra, luchamos para que sean operativos. No es exacto, como me han hecho decir las agencias. Publicó decir el Avui de ayer que yo haya dicho: «El Congreso y el Senado no sirven de nada». Dije que la amnistía se pactó al margen de las Cortes y que el paso del proyecto de ley de amnistía por el Congreso y por el Senado no sirvió de nada, ni siquiera para cambiar una palabra que, según los expertos, era equivocada. Para otras cosas sí que sirven, aunque especialmente el senado no acaba de saber encontrar su papel específico.
Es evidente que el sistema no acepta el derecho básico de la nación de Euskadi. Es natural, pues, que la posición nacional radical reaccione a la desesperada. Sería oportunísimo que este Senado, que todos queremos que garantice los derechos de los pueblos del Estado, saliera en defensa de un pueblo vejado en el libre ejercicio de los propios destinos. Pero no lo hará. Y continuará el rastro de víctimas inocentes.
Lluís M. Xirinacs.