Al servicio de este pueblo.
Avui. Jueves, 24 de Noviembre de 1977. Página 6.
Democracia municipal.
La democracia es difícil. Nuestro País va entrando por la vía democrática lentamente. Anteayer decía que los partidos políticos están crispados. Considero esta crispación como una especie de crisis de adolescencia. Después de cuarenta años de ilegalidad, de separación de las tareas reales de gobierno, de separación del contacto con las grandes masas de la población, los partidos arrastran un idealismo infantil. Poco a poco van saliendo de los astilleros de la clandestinidad y son varados en las aguas anchas del mar de la realidad. Esta etapa de transición parece como una adolescencia política.
Hay como un hambre de poder que lo devora todo. Claro que no todo pasa por los partidos. A nivel de los organismos de Estado, la dictadura no ha desaparecido, ni mucho menos. Hay grandes lagunas en las instituciones, en la legislación, en la administración que todavía son autocráticas. Y, si llegábamos a establecer una democracia como las clásicas de occidente, así, difícilmente nos liberaríamos de los «lobbies» o grupos de presión supraparlamentarios, como las otras tampoco se libran.
Los partidos son puentes entre el Estado y el pueblo raso. Pero tampoco pueden pretender ser los únicos puentes. En cualquier país democrático hay políticos independientes. Son Políticos y no son de partidos. No suele haber muchos, pero pueden llegar a tener un papel político importante en momentos determinados.
A nivel de base, todo partido que quiera ser popular tendrá raíces abundantes. Es bueno que así sea. Pero es aquí donde menos pueden los partidos pretender monopolizar la situación. Por un lado, el pueblo inmenso es la fuente y no el sujeto pasivo de todo poder. Es necesario que los partidos observen, escuchen el pueblo, en un principio, y no a la inversa. Y, por otra parte, el pueblo abstracto no existe; existen personas, familias, barrios, empresas, asociaciones, comarcas, regiones, naciones, corrientes de opinión, etc. Cada una de estas unidades goza de una parcela propia de soberanía, que hay que respetar y servir.
En el Reino Unido de Gran Bretaña, me dicen, las elecciones municipales no se consideran políticas. No sé cómo, pero se ve que no intervienen los partidos políticos directamente. Es una forma de velar por el respeto a esta unidad tan débil como es el municipio, como es velar por el respeto a la persona, unidad aún más débil. Esto es más democrático que entregar los municipios al juego duro de la competencia de partido.
Es tema a meditar ante las próximas elecciones municipales. Las elecciones sindicales de empresa deberían surgir de una asamblea unitaria de empresa. Las elecciones municipales deberían surgir de una asamblea unitaria de pueblos.
¿Alguien me podría dar información de cómo se hace esto en Gran Bretaña?
Lluís M. Xirinacs.