Al servicio de este pueblo.
Avui. Domingo, 13 de Noviembre de 1977. Página 7.
Programa popular.
¿Cómo hacer que los cientos y miles de hombres y mujeres esparcidos por toda el área del Principado, atareados por sus problemas particulares, carentes de dimensión social para remediar estos problemas y evadidos en el consumismo, en la partida de dominó vespertina del fondo del bar de la esquina y en la «quiniela» puedan abrir los ojos a un proyecto colectivo estimulante y dinamizador? Si conseguíamos montar un auténtico movimiento popular catalán desde el punto de vista de estructura y, ¿como interesarse las grandes masas distraídas por una política alienadora impuesta por medio de la publicidad?
Salvador Casanova, en una reunión nos lo decía. ¿Y si ganábamos la votación en el seno de la vieja asamblea llena de sesudos políticos y luego, a la hora del trabajo, no sabíamos entusiasmar al pueblo? ¿Cómo movilizar y comprometer unas masas aturdidas y agobiadas por las inaplazables facturas y letras de cambio?
Yo creo, sin embargo, que es cosa fácil animar las masas. Hay que previamente ahuyentar de nuestra cabeza nuestro particular y superelaborat modelo de sociedad. Si queremos imponer al pueblo sencillo nuestro modelo perfecto sólo encontraremos abulia y apatía. Y la constatación de esta falta de voluntad nos inclina a creer que el pueblo es incapaz de moverse mientras no reciba el estímulo constante de la gente más politizada. Me parece que esto constituye un error grave. La gente no es abúlica, al contrario, es un polvorín de energía, de actividad y de entusiasmo.
Excusadme el ejemplo personal. Mi presentación a la candidatura del Senado no fue voluntad mía. Parece que un grupo, uno cualquiera, supo interpretar el deseo de un sector del país. Automáticamente, sin yo sudar más mínimo, se movilizó la gente y se recogieron, en un tiempo récord, muchas más firmas de las que hacían falta. La misma cosa se convirtió durante la campaña electoral. No era yo quien quería salir elegido. Todo el que quiso hizo campaña para mí a su aire. Aún hoy me sorprenden anécdotas y proyectos espontáneos realizados entonces sin ningún conocimiento mío.
Si el pueblo quiere algo, se hace. Sólo hay, pues, escuchar lo que preocupa al pueblo: escuelas, la cesta de la compra, vivienda, esparcimiento, ambiente limpio, trabajo, etc. Para aquello que el pueblo ha de necesitar, tiene el pueblo toda la energía que hace falta. Sólo hay que quitar la tapa de la olla, que hierve a presión después de cuarenta años de represión de la voluntad popular. No es necesario, por tanto, mucho programa previo, para hacer asambleas populares. Hay que amar lo que el pueblo quiere, sufrir lo que el pueblo sufre; hay que sentarse al lado de los obreros al atardecer o parar el oído a la conversación aparentemente insustancial de las mujeres en el mercado o en la peluquería y escuchar lo que les sale del fondo del corazón... y hacer caso.
Hacer caso prioritariamente, por encima de todo. por encima de nuestros programas de políticos hechos y derechos. Esto es hacer una asamblea popular y no un partido encubierto.
Lluís M. Xirinacs.