Al servicio de este pueblo.
Avui. Miércoles, 21 de Septiembre de 1977. Página 6.
Enrique Vilella, sastre de senador.
Ya puedo poner este título que puede parecer publicitario. Mi sastre, Enric Vilella i Morera, ha muerto. El me hizo, ilusionado, el vestido que estrené cuando se estrenaron las Cortes en Madrid. Recuerdo el día del motín de la cárcel Modelo. Yo estaba dentro haciendo de intermediario. Él esperaba en la calle, rodeado de coches policiales. Llevaba en la mano la americana a medio hilvanar, aunque sin mangas. Era el día de la prueba. Al salir yo de la prisión, trastornado, me lo probé en la trastienda de la farmacia Farré.
De Enric Vilella, hay muchos. En los periódicos sólo se habla del «Xirinacs ante la Modelo». Enric viene desde el inicio. Cada día. Frecuentemente mañana y tarde. También cuando había abundancia de porras policiales y puñetazos diestros. Con su humor. Con su nacionalismo puro -fue de «Nosaltres sols» («Nosotros solos»)-. Con su arraigo en el barrio de Sants. Con su asma grave. Ha muerto un gran compañero. Pero permanece con nosotros. Él, cada día, nos animaba. Ahora, cada día, le animamos nosotros a él. Vive en nuestras conversaciones y en nuestros corazones. Más que nunca. Con más finura que nunca. Le hemos dicho a su valerosa esposa que no deje de venir, que aquí lo reencontrará cada vez radiante en nuestra comunidad viva de la calle de Entença. Ahora él se ha fundido en nosotros y nos ha fundido en una mejor unidad. Porque de Enric Vilella hay muchos. ¿Cómo podría yo explicar todo lo que este Xirinacs famoso, devorador de famas ajenas, debe a todos los que han pasado por Entença y, en especial, a los fieles de siempre que, con su presencia o con su escondida ayuda a distancia, han contribuido a dar una dimensión de alcance universal a esta acción pro amnistía? Xirinacs no es él. Es él y toda la gente que le ayuda. La muerte de uno me ha hecho cantar la hazaña de todos.
Ahora hay días que yo no estoy debido a mis obligaciones senatoriales. Pero ellos sí están. Yo no era el día de su muerte, ni a su entierro. Ellos sí. Y lo hicieron maravilloso. Asistencia colectiva, flores, «Els Segadors». La gente asomada a los balcones lloraba. Y una cinta donde decía: «Enric Vilella, luchador por Cataluña y por la amnistía».
Mosén Cinto escribiría, no se si pensando en mí o en Enric: «Ahora ya puedo morir, que el pájaro ya vuela».
Lluís M. Xirinacs.