Al servicio de este pueblo.
Avui. Miércoles, 7 de Septiembre de 1977. Página 6.
Movilizaciones.
Se ha celebrado la primera asamblea de cara a la campaña pro amnistía de este otoño. Había expectación. Gente con mucha representatividad popular estaba presente. Los medios informativos ya se movían con anticipación. El pueblo sigue queriendo intensamente la amnistía. El instinto colectivo es como el instinto individual. No tiene ideas precisas, no sabe describir lo que quiere, pero da derecho a su objetivo. El pueblo puede que no sabe qué tipo de amnistía quiere, pero sabe muy bien que detrás de esta palabra se esconde un tesoro preciado que le conviene por encima de todo. Por eso el pueblo siempre vuelve a la amnistía mientras no le sea otorgada. Este instinto colectivo, que moviliza espontáneamente, al pueblo hace malas jugadas. Asciende estructuras arriba, atraviesa gruesas barreras políticas y penetra en el sanctasanctórum del poder del Estado. El Senado es muy serio, yo diría, seco. No había todavía visto aplaudir nunca. Y, sin embargo, en cuanto se inició el tema de la amnistía, todas, absolutamente todas, las intervenciones, cortas o largas, buenas o flojas, fueron aplaudidas en un desbordamiento de irracionalidad incontenible.
No hace falta hablar del País Vasco. Agustí Valls ha hecho de mensajero de la campaña de otoño de la amnistía por Castilla la Vieja, Aragón y Euskadi. En Bilbao coincidió con la gran manifestación pro amnistía que hizo salir a la calle un cuarto de millón de personas. «Todo el mundo estaba en la calle -dice- aun las madres bajaban con los niños nacidos en brazos». Agustí arengó la multitud en nombre de Cataluña. Aún hoy, al hablar, le sale la emoción.
Se acerca el día once. A pesar de las nubes políticas de las alturas en los debates de la Comisión y en las aventuras de la recuperación autonómica, el pueblo quiere bajar a la calle unitariamente. Es cuestión de instinto, por tanto, indiscutible. Un millón de personas a la calle. Qué decir, quien lo tiene que decir, son cosas discutibles. Pero nadie dudará de lo que quiere este pueblo en la calle cuando desfilará por el paseo de Gràcia y ante el monumento a Casanova, el próximo domingo a las cinco de la tarde.
Los políticos tienen la responsabilidad de hacer triunfar sus programas. Pero el pueblo tiene la responsabilidad irrenunciable de hacer realidad sus deseos más profundos.
Lluís M. Xirinacs.