Al servicio de este pueblo.
Avui. Martes, 6 de Septiembre de 1977. Página 6.
Partido y nación.
El pueblo no acaba de saber, y los políticos a veces tampoco, que los partidos políticos son hechos, no para defender intereses nacionales, sino para defender intereses de clase. La lucha económica está tan extendida por toda la faz de la tierra, que este amado planeta se encuentra dividido en dos bandos en lucha: los opresores y los oprimidos. Esto es la lucha de clases. Es una lucha internacional. Y unos partidos optan por defender los opresores y otros los oprimidos. En esta lucha, las personas, las naciones, la cultura, el arte, la religión, etc. todo es usado en función del predominio de clase. Una nación será elevada por un partido si ello conviene a la clase que aquel partido defiende. De otro modo esa nación será disminuida. Esto no puede escandalizar a nadie. Al igual que aceptamos que una persona debe sacrificarse por el bien de una patria, también hay que aceptar que una patria se sacrifique por el bien de la comunidad internacional de las patrias. Este es el principio general. Los partidos nacionalistas, sin homologación internacional, sólo triunfan en momentos excepcionales, a la larga siempre quedan marginados, testimoniales, porque ni acaban de ser partidos de clase ni movimientos nacionales.
La clase oprimida, hoy en día es extensísima, porque la clase opresora ha quedado reducida a unas oligarquías insignificantes demográficamente. Por eso se habla de partidos populares o de masas y partidos de cuadros sin base. Ya que, los partidos populares, en determinadas situaciones históricas han de asumir unas concretas reivindicaciones nacionales, incluso por encima de los intereses inmediatos de clase. «Un paso atrás para dar, después, dos adelante». Convertirse transitoriamente en partidos nacionalistas para defender luego mejor los intereses internacionales de clase.
El ejemplo más famoso es el de Mao Tse-tung, que en 1937, al estallar el conflicto chino-japonés, sin perder nunca de vista su objetivo principal, la instauración del comunismo en China, pactó, en nombre de la unidad nacional, en contra del invasor, una tregua con Chiang Kai-shek, su enemigo chino de clase. Todo esto lo digo porque socialistas y comunistas catalanes mediten en el crítico momento actual catalán y para que el pueblo patriota tenga elementos de juicio para juzgarlos.
Lluís M. Xirinacs.