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Lluís Maria Xirinacs.
Artículos publicados en el diario Avui, cuando Lluís Maria Xirinacs era senador independiente en las Cortes Constituyentes españolas, entre los años 1977 y 1979, traducidos al castellano.
Lluís Maria Xirinacs.
Artículos publicados en el rotativo Mundo Diario, cuando Lluís Maria Xirinacs era senador independiente en las Cortes Constituyentes españolas, entre los años 1977 y 1979.
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Publicaciones:
Lluís Maria Xirinacs.
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Capítulo 4. El sistema monetario actual.
- Objetivos de este capítulo.
- Las formas del sistema monetario actual.
- Invención de dinero en el sistema monetario actual.
- La mundialización de las relaciones utilitarias.
- Las funciones del sistema monetario en la actualidad.
1. Objetivos de este capítulo.
Después del recorrido a lo largo de la historia de los sistemas
monetarios, se dedicará este capítulo al análisis
más detenido del sistema monetario actual y de los graves problemas
sociales que este sistema genera, tanto a nivel de mercado y sociedad interior,
como a nivel de comercio exterior y sociedad mundial.
2. Las formas del sistema monetario actual.
A lo largo de la evolución de los sistemas monetarios, se ha
ido abriendo una brecha cada vez más profunda entre el valor concreto-intrínseco
de los metales preciosos y el valor auxiliar-abstracto de los instrumentos
monetarios. Con el advenimiento del papel moneda, estas dos realidades
quedaron ya definitivamente disociadas y desde entonces no tienen nada
que ver la una con la otra.
Llegados a este estadio de desarrollo, el sistema monetario, libre del
lastre pesado de los metales, puede evolucionar hacia formas cada vez más
intangibles, más desmaterializadas, más abstractas, de acuerdo
con su naturaleza primitiva.
Y eso es, efectivamente, lo que ha ocurrido y lo que continúa
ocurriendo en la actualidad ante nuestros ojos. Hoy el papel moneda, completamente
desvinculado del oro, ya no es el único instrumento monetario utilizado.
A él se ha añadido el denominado dinero escritural
o dinero bancario, que es una invención de los bancos para
hacer frente a la escasez de papel-moneda. La emisión del mismo
está, oficialmente, controlada por el Estado a través de
su Banco Central.
El dinero escritural no es otra cosa que la inscripción de unidades
monetarias en una cuenta corriente abierta en un establecimiento bancario.
Se deposita en el banco una cierta cantidad de papel moneda y, por esta
misma cantidad, el banco abre una cuenta corriente en la que habrá
sólo inscripciones de movimientos de unidades monetarias.
Los pagos y los cobros ya no se harán entregando billetes de mano
en mano, sino por un simple juego de escrituras entre cuentas diferentes:
la del cliente y la del proveedor.
Ahora bien, en cualquier momento el propietario de una cuenta corriente,
si ésta es a la vista, tiene derecho a convertir el montante de
su cuenta en papel moneda. Desde este punto de vista, la circulación
monetaria representada por las pasaciones de escrituras entre cuentas corrientes
se tiene que considerar subsidiaria de la circulación de papel moneda,
ya que no tiene una independencia total.
La circulación monetaria escritural se ha convertido en el instrumento
monetario por excelencia en todos los países donde el desarrollo
del comercio y la industria concurren a multiplicar los intercambios efectuados:
es muy cómodo, no se pierde y, sobre todo, como veremos en el próximo
apartado, es el medio por excelencia del crédito bancario. En algunos
países la circulación de dinero escritural llega a
representar hasta un 80 % de la circulación monetaria total.
La continua evolución tecnológica, por otro lado, está
convirtiendo rápidamente la circulación escritural en circulación
electrónica: unas simples pulsaciones eléctricas y unas
memorias magnéticas son suficientes para realizar las pasaciones
de escrituras; incluso se puede suprimir el ya clásico «talonario
de cheques» por sistemas sofisticados de transferencia electrónica
de fondos.
Esta desmaterialización creciente de la realidad monetaria es
la prueba más evidente de su naturaleza fundamentalmente instrumental-abstracta.
3. Invención de dinero en el sistema monetario
actual.
Nos encontramos pues, actualmente, con dos formas diferenciadas de instrumentos
monetarios:
- De un lado, los billetes de banco o papel moneda -junto con las piezas
de moneda, las cuales tienen un valor nominal muy superior a su valor metálico
intrínseco1-.
Estas formas son de emisión monopolizada por la Banca del Estado o
Banco Central y constituyen así los medios de pago legales.
-
De otro lado, los medios de pago escriturales, emitidos por los bancos
no oficiales con la intención de eludir el monopolio anteriormente
citado. Estos instrumentos son comúnmente aceptados y utilizados
por simple confianza en los establecimientos bancarios emisores.
Dado que, en principio, hay dos circulaciones monetarias paralelas, también
habrá que considerar dos tipos de invención de dinero que
se desarrollan en la actualidad.
A. Invención de dinero bajo forma de papel moneda. Esta
se da siempre que se ponen en circulación nuevos billetes de banco
en una cantidad superior a la existente hasta el momento considerado.
Esta emisión suplementaria de billetes de banco (o también
piezas de moneda) puede tener lugar siempre que el Banco Central realiza
una de las siguientes operaciones:
-
operaciones con el Estado: puede tratarse de anticipos sobre los
fondos que el Estado espera recaudar a través de los impuestos;
o bien de créditos concedidos al Estado a través de la adquisición
de títulos de deuda pública.
-
operaciones con los particulares -y especialmente con los bancos-: puede
tratarse igualmente de anticipos sobre títulos o mercancías,
o bien de créditos a los bancos a través del redescuento
de efectos comerciales.
-
operaciones con divisas: compras de divisas extranjeras.
B. Invención de dinero bajo forma de unidades monetarias inscritas
en cuenta corriente. Ya se ha dicho que la circulación de dinero
escritural es subsidiaria de la circulación de papel moneda; pero
eso no quiere decir que sea menos importante. El procedimiento de las escrituras
en cuenta corriente, ciertamente, evita hacer correr muchos billetes; pero,
además, permite crear una nueva circulación monetaria. Para
conseguirlo sólo es necesario que el banco abra una cuenta corriente
sin
que haya depósito previo de billetes. Esta es hoy día la
forma más usual de crédito bancario, ya se trate de crédito
normal y corriente, de descuento de efectos o de pignoración de
valores.
En principio, la única limitación de la expansión
de este tipo de crédito y consecuente invención de dinero
consiste en el hecho de que cualquier depósito a la vista -incluídos
los que son fruto de un crédito- es convertible inmediatamente en
billetes a simple petición de su propietario. Por este motivo, es
preciso que el banco emisor guarde siempre una relación prudencial
entre el total de depósitos en papel moneda depositados en el Banco
por el público y el total de créditos concedidos, al objeto
de que esta convertibilidad quede siempre asegurada. Los bancos, de esta
manera, no pueden inventar poder de compra ilimitadamente, sino que han
de sujetarse a una proporción determinada entre invención
y depósitos en papel moneda.
Descendiendo a un nivel más preciso de análisis, la teoría
comúnmente aceptada por los especialistas pone de manifiesto que
la posibilidad de invención de dinero bancario escritural es función
de tres realidades.
Primera: La emisión de poder de compra por parte
del Banco Central. Ya se ha dicho que los instrumentos bancarios escriturales
son subsidiarios del papel moneda ya que se fundamentan en su convertibilidad
en éste. De manera que si no hay una nueva invención de papel
moneda -o, en general, de pasivo del Banco Central-, no puede haber una
nueva emisión de dinero escritural bancario. Si el Banco Central
no crea nuevo poder de compra, tampoco pueden hacerlo los bancos privados.
Segunda: La relación entre efectivo y depósitos
elegida por el público. Efectivamente, si la gente prefiere guardar
el papel moneda en casa, en lugar de llevarlo al banco, los depósitos
serán menores, y será menor, pues, la posibilidad de inventar
poder de compra a partir de ellos. Inversamente, cuanto más se deposita
en el banco más capacidad tiene éste de conceder créditos.
Tercera: La relación entre reservas y depósitos
que mantenga cada banco. Si entendemos por reservas de un banco la suma
total del papel moneda y piezas de moneda depositadas en él por
sus clientes, más los depósitos de dicho banco en el Banco
Central, veremos que corresponden a lo que podríamos denominar su
«masa de maniobra». La relación entre estas reservas
y el total de depósitos detentados por sus clientes (ya sea
mediante depósito previo de efectivo, ya sea por crédito),
es lo que se denomina coeficiente de caja, y ya se ha indicado antes
que era fundamental para asegurar en todo momento la convertibilidad de
estos depósitos. De manera que la concesión de créditos
-que supone la apertura de nuevas cuentas- no puede poner en peligro esta
relación.
Dado que el coeficiente de caja es fundamental para garantizar la liquidez
del banco, es decir, su capacidad de convertir los depósitos en
efectivo, el Banco Central cuenta con dos instrumentos principales para
garantizarla:
-
La imposición de una reserva obligatoria: el Banco Central
puede obligar a los bancos a depositar en él una parte de sus depósitos,
inmovilizándolos.
-
El aumento del tipo de redescuento: por este procedimiento se obliga
a los bancos a aumentar también sus tipos de interés y así
se desalientan las demandas de crédito, especialmente si es en forma
de descuento.
De todo lo que se ha dicho hasta aquí, se desprende que el Banco Central
parece jugar un papel fundamental de control en el proceso de invención
de dinero escritural bancario: en primer lugar por su iniciativa como inventor
de papel moneda y en segundo lugar por los instrumentos de política monetaria
de que dispone para supervisar y controlar la acción de los bancos privados.
Pero esta visión de la realidad, que es corrientemente aceptada y definida
por la mayoría de los expertos, puede ser cuestionada y puesta en duda
en sus aspectos más fundamentales. En todo lo que se dirá a continuación,
nos remitimos al artículo de Francisco Vergara Les faux-fuyants du
monétarisme2.
Lo primero que se puede objetar es que el propio Banco Central es incapaz
de controlar su emisión monetaria. Ya se ha dicho que el Banco Central
inventa dinero siempre que emite billetes en función de crédito.
Ahora bien, el Banco Central no puede rehusar a los bancos el redescuento
de papel firmado por empresas solventes, sin poner en peligro toda la pirámide
del crédito, y tampoco tiene ningún medio para impedir la
elevación del valor nominal de este papel, elevación que
aumenta evidentemente el valor de la masa monetaria.
En segundo lugar, el instrumento que se ha considerado siempre como
el mejor medio para limitar el crédito bancario, como es la elevación
del tipo de redescuento practicado por el Banco Central, parece que logra
precisamente resultados contrarios a los esperados, es decir un mayor incremento
de la masa monetaria, debido a que los altos tipos de interés atraen
aún más los capitales.
Finalmente, es preciso hacer hincapié en que hoy existen multitud de
otras formas de liquidez, a parte del papel moneda y de los instrumentos escriturales
bancarios, que ya no pueden ser controlados por el Banco Central. La confusión
que esta situación origina es fácilmente observable por la simple
consideración de la dificultad que existe para definir lo que se entiende
por medios de pago. 1F.
Vergara cita a Lord Kaldor: «No hay línea de demarcación
clara en el interés del conjunto de la liquidez, entre lo que es moneda
y lo que no lo es. Sea cual sea la definición que se seleccione para
la moneda, esta definición estará rodeada por una miríada
de instrumentos más o menos líquidos que pueden servirle de sustitutos3».
Al lado, pues, de estos instrumentos legales, teóricamente controlados
por el Banco Central, van apareciendo nuevos instrumentos que el público
acepta y utiliza. Estos instrumentos nacen no sólo dentro de los
bancos, sino incluso en el seno de las propias empresas.
Es fácil deducir de todas las consideraciones anteriores que
en la actualidad no se puede ejercer un control eficaz sobre la invención
de dinero.
El resultado inmediato de esta situación es que cada banco, dentro
de los condicionamientos más o menos estrechos que le impone el
Banco Central actúa según sus propias conveniencias, y no
existe una articulación efectiva a nivel de sociedad geopolítica
que permita dibujar estrategias globales para todo el mercado.
No es que las necesidades del mercado, excesos o déficits sectoriales
de liquidez sean totalmente ignorados: la prueba está en que la
banca es en la actualidad, y más que nunca, un buen negocio. Pero
las medidas para atender estas necesidades están enfocadas empíricamente,
parcialmente y no en función del bien común, sino casi siempre
a favor de los sectores privilegiados de la sociedad.
Los Bancos Centrales no disponen de instrumentos efectivos para el control
de la situación, y la teoría monetaria tampoco dispone de
soluciones conceptuales adecuadas ya que ni tan sólo ha sido capaz,
hasta hoy, de definir con precisión y rigor el concepto de sistema
monetario.
La antiestrategia de mercado y de invención de dinero que se
sigue, tiene la prueba más palpable en la actual crisis de inflación-deflación
(stagflación) que tanto preocupa, y para la cual nadie sabe de momento
encontrar una solución.
4. La mundialización de las relaciones utilitarias.
A la situación de desorden monetario que acabamos de describir,
hay que añadir todos los problemas derivados de la actual mundialización
de las relaciones utilitarias.
El comercio entre países diferentes es un hecho cada vez más
generalizado y de mayor alcance y es preciso poner de relieve todas sus
ventajas y todos los aspectos enormemente positivos que comporta. La división
del trabajo a nivel mundial es un hecho que es necesario potenciar, siempre
que se haga según el principio del equilibrio real de balanzas,
estrategia principal que hay que seguir para garantizar la viabilidad del
comercio exterior.
Ahora bien, si el sistema monetario interior de cada sociedad geopolítica
es una fuente de error y confusionismo, hay que pensar que a nivel de concierto
mundial la situación no resulta más reconfortante. Lo que
pasa simplemente es que en la confrontación de divisas, los países
más fuertes «exportan» sus problemas monetarios a los
más débiles, de manera que la situación de éstos
todavía se agrava más. Los problemas monetarios atraviesan
fronteras y en este juego siempre hay unos vencedores y unos vencidos.
La cuestión monetaria fundamental que se plantea en toda transacción
de comercio exterior, es la de qué medios de pago hay que utilizar,
ya que cada sociedad geopolítica tiene una moneda de validez estrictamente
interior.
Esta cuestión estaba fácilmente resuelta en el régimen
de moneda metálica intrínseca, de oro o plata, porque todos
los pagos se hacían en metal mundialmente aceptado.
En régimen de patrón oro, -es decir, de moneda metálica
intrínseca o papel moneda convertible- continuaba sin haber, al
menos en teoría, ningún problema, ya que la convertibilidad
de la divisa garantizaba una paridad determinada en oro, así como
un equilibrio dinámico de balanzas. El equilibrio de balanzas se
basa en diversos mecanismos: las transferencias de oro de los países
con déficit a los países con superávit; el posterior
movimiento equilibrador del nivel general de precios y todo esto reforzado
por la intervención del Banco Central sobre el tipo oficial de redescuento.
Ahora bien, con la carda del patrón oro y, en consecuencia, con
la convertibilidad interna de las unidades monetarias de cada país,
las relaciones con el comercio exterior llegan a ser complejas y confusas.
Entre 1.930 y 1.945, una serie de medidas proteccionistas -como aranceles,
contingentación, suspensión de la convertibilidad externa
y del mercado libre de divisas, etc...- redujeron en gran medida el comercio
mundial. Durante la Segunda Guerra Mundial la contratación fue máxima.
Con objeto de encontrar un sistema viable para la reanudación
del comercio mundial, en julio de 1.944 se firmaron los acuerdos de Bretton
Woods, en los que los EEUU, de hecho, impusieron aquello que más
les convenía.
Estos acuerdos contemplaban:
-
el restablecimiento de la convertibilidad entre las distintas inter-divisas;
-
el compromiso, por parte de todos los firmantes, de mantener los tipos
de cambio fijos dentro de unos límites muy estrechos; y
-
la constitución del dólar y la libra esterlina como monedas
de reserva, es decir, como medios de pago internacionales, aceptados
por todos los firmantes para el pago de las transacciones. Estas dos monedas
mantenían, Únicamente para transacciones de comercio exterior,
una convertibilidad en oro que garantizaba su fortaleza. Por este motivo
el sistema instaurado en Bretton Woods recibe el nombre de gold exchange
standard o patrón de cambios oro.
A pesar de que su implantación hizo posible, al cabo de cierto tiempo,
relanzar y hacer prosperar el comercio internacional en el área
occidental, el sistema tenía en sí mismo algunos inconvenientes
que no tardaron en ponerse de manifiesto.
El primer inconveniente era la subordinación de los países
considerados «débiles» a los considerados «fuertes».
En efecto, cuando una sociedad geopolítica cualquiera contrae un
déficit en su balanza comercial, sólo tiene dos recursos;
acudir al crédito internacional o bien acudir a su reserva de divisas.
Ahora bien, si el déficit es contraído por una sociedad geopolítica
emisora de moneda de reserva, esta sociedad puede, en definitiva, financiar
su déficit mediante nuevas emisiones monetarias.
Este fue, precisamente, el caso de Estados Unidos. Los EE.UU. han aprovechado
su posición monetaria privilegiada hasta el límite de sus
posibilidades, reabsorbiendo enormes déficits de su balanza de pagos
a través de la emisión incontrolada de dólares. A
señalar que el origen de este déficit no era un exceso de
importaciones, sino una exportación de capitales no respaldada por
la correspondiente entrada de mercancías.
Esta
política de financiación del déficit de EE.UU. dio
lugar a una tal inflación de dólares en Europa (exportación
de inflación), que la convertibilidad del dólar, bajo la
perspectiva de los criterios oficiales, instaurada en Bretton Wodds, se
puso en peligro. La inconvertibilidad fue un hecho desde 1.967-68 aunque
no fuese declarada oficialmente hasta agosto de 1.971, fecha en la que
el presidente Nixon denunció unilateralmente los acuerdos de Bretton
Woods.
Desde entonces, ya pesar de los intentos de reordenación que
representaron los acuerdos de Washington de diciembre de 1.971 -también
denunciados unilateralmente por Nixon en 1.973- el gold exchange standard
ha sido definitivamente abandonado y, actualmente, los cambios de divisas
se consideran flotantes, esto es, no conocen paridades fijas sino
que se contratan en un mercado de divisas. No hay, pues, ninguna referencia
a una posible convertibilidad en oro.
La flotación de divisas no es por si misma ningún mal
para el comercio exterior. Desde esta óptica, la situación
actual no sería particularmente grave si no fuera por una constatación
fundamental; hasta que las monedas interiores de cada sociedad geopolítica
no se racionalicen, tampoco el comercio exterior podrá ser
racional y, como consecuencia, no podrá alcanzar el necesario equilibrio
de balanzas, objetivo que constituye su estrategia fundamental. Es imposible
realizar un comercio exterior equilibrado mientras:
-
Las unidades monetarias de los más fuertes continúen imponiéndose
a las de los más débiles. A pesar de sus crisis, el dólar
ha sabido contrarrestar la situación y, todavía hoy, conserva
una posición de preeminencia y privilegio que le permite ir exportando
todos sus problemas monetarios internos.
-
Continúa existiendo un mercado especulativo de divisas. Este
punto es de una importancia capital. La posibilidad de cambiar unas divisas
contra otras, sin que este movimiento responda a un movimiento paralelo
de mercancías, alienta en gran medida la realización de operaciones
puramente especulativas. Cuando éstas se hacen en gran escala (movimientos
erráticos de capitales), resulta que coadyuvan a reforzar los
desequilibrios monetarios existentes en el seno de cada sociedad geopolítica.
Ponen a los Bancos Centrales entre la espada y la pared, obligándoles
a acciones externas ante la necesidad de mantener dentro de límites
razonables la paridad de su divisa. Como siempre, los más perjudicados
son los más débiles, tanto a nivel mundial como a nivel de
cada sociedad interior.
5. Las funciones del sistema monetario en la actualidad.
Llegados a este punto, estamos en condiciones de extraer las conclusiones
finales del análisis que hemos desarrollado sobre los sistemas monetarios.
En
cuanto a la naturaleza del sistema monetario, sus formas actuales nos muestran,
más que nunca, su fundamental abstracción. La confrontación
histórica entre nominalismo y metalismo ha sido ampliamente ganada
por el primero, a pesar de que les referencias y defensas de las teorías
metalistas sigan conservando su vigencia muchos libros y escritos sobre
el tema. No obstante, la mayoría de críticos reconocen hoy
que el sistema monetario es un mero instrumento auxiliar sin ninguna necesidad
de asumir un valor intrínseco y concreto. Sólo hay que citar
a Schumpeter y a Lord Kaldor.
En cuanto a las funciones mercantiles y sociales del sistema monetario,
se puede concluir, después de todo lo expuesto en este capítulo,
que más bien se trata de disfunciones: las funciones ancestral mente
asumidas por los sistemas monetarios (ver el capítulo
2) están totalmente deformadas y desfiguradas en la actualidad.
-
Disfunción métrica: la unidad monetaria es, por su
naturaleza, una unidad de medida. Como tal reúne en la actualidad
una serie de defectos que la inhabilitan para cumplir con precisión
y fiabilidad esta función. En el próximo
capítulo se especificarán las características
mínimas que debe cumplir un sistema métrico racional y eficiente.
-
Disfunción instrumental: los instrumentos monetarios actuales
-papel moneda e instrumentos escriturales- funcionan como intermediarios
en el intercambio de mercancías pero, actualmente, esta función
está muy desdibujada ya que es compartida por multitud de otros
instrumentos sobre los cuales nadie ejerce ningún tipo de control.
-
Disfunción documentaria: esta función, cumplida sólo
parcialmente por los instrumentos escriturales, es totalmente ignorada
por el papel moneda, que es anónimo y despersonalizado. De hecho,
podríamos decir que el sistema monetario actual es un sistema anti
documentario. Esta realidad tiene consecuencias de enorme importancia,
no sólo en el campo estrictamente mercantil, sino también
en el campo social y más aún en el campo informativo. Gracias
a su anonimato, el sistema monetario actual permite que se cometan con
total impunidad actos de corrupción evidentemente muy perjudiciales
para la sociedad: robos, evasión fiscal, evasión de capitales,
caciquismo, compra de jueces, de políticos, de funcionarios, etc.
-
Disfunción estratégica: a causa de sus defectos métricos
y documentarios, el sistema monetario actual se encuentra incapacitado
para servir como instrumento de una estrategia mercante-monetaria
racional y eficaz: esta incapacidad se traduce en la terrible crisis que
se manifiesta tanto en los mercados interiores como en el comercio exterior.
La necesidad de cambiar el sistema monetario actual es la conclusión
que sigue de lo expuesto hasta aquí.
Se debe reinventar un sistema monetario racional e informativo capaz
de cumplir con eficacia las funciones que, como hemos visto, en su origen
poseía.
Por consiguiente, dedicaremos los próximos capítulos de
este ensayo a la descripción de un posible nuevo sistema monetario,
más racionalmente adaptado a las exigencias del mercado moderno.
Se dará especial importancia a su función de documentación
e información sobre el mercado.
Notas:
1Cuando,
debido a la incontenible inflación, una pieza de moneda fundida da un
beneficio mercantil interesante con relación a su valor nominal, todas
las piezas de moneda de dicho tipo desaparecen rápidamente de la circulación.
2F.
Vergara: «Les faux-fuyants du monétarisme», Le
Monde Diplomatique, diciembre 1.983.
3Artículo
citado en la nota 2, página 3 en el
original.
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