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Dolors Marin Tuyà.
Artículos publicados en la revista Penedès Econòmic.
Lluís Maria Xirinacs.
Artículos publicados en el diario Avui, cuando Lluís Maria Xirinacs era senador independiente en las Cortes Constituyentes españolas, entre los años 1977 y 1979, traducidos al castellano.
Lluís Maria Xirinacs.
Artículos publicados en el rotativo Mundo Diario, cuando Lluís Maria Xirinacs era senador independiente en las Cortes Constituyentes españolas, entre los años 1977 y 1979.
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Publicaciones:
Lluís Maria Xirinacs.
Agustí Chalaux de Subirà, Brauli Tamarit Tamarit.
Agustí Chalaux de Subirà.
Agustí Chalaux de Subirà.
Agustí Chalaux de Subirà.
Magdalena Grau Figueras,
Agustí Chalaux de Subirà.
Martí Olivella.
Magdalena Grau,
Agustí Chalaux.
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Capítulo 20. Cambiar la llave para abrir la puerta.
Mientras que el cambio de valores, de costumbres y de comportamientos
acostumbra a ser lento y se vuelve peligroso si se ejerce desde fuera de
las personas por presiones ideológicas o religiosas, contrariamente,
el cambio instrumental, viable técnicamente hoy en día, de
una herramienta hipotéticamente clave, según trágicos
resultados históricos, puede ayudar a plantear nuevas reglas de
juego más limpias, libres, solidarias y responsabilizadoras que
las actuales. La hipótesis central es que el Estado de derecho y
la equidad económica formalmente proclamados por la cultura Occidental
son imposibles de conseguir bajo el sistema monetario vigente. Con un nuevo
tipo de moneda podremos experimentar si ésta es realmente una pieza
clave que favorece la emergencia de una nueva civilización o si
es, en cambio, un elemento sin importancia.
La Tierra está enferma. La especie humana se ha convertido en la
plaga más peligrosa para la vida en el planeta y, por lo tanto,
también para los propios seres humanos. La población mundial
se incrementa en más de un millón cada cinco días.
Empezamos a conocer algunos de los síntomas más graves
de la enfermedad. La destrucción de la capa de ozono (probablemente
a causa de los gases fluorocarbonados) y el efecto invernadero (producido
por la masiva combustión de hidrocarburos) agravan la ya preocupante
contaminación del aire, del agua y del suelo, la radioactividad,
la desertización, el agotamiento de recursos no renovables... Todos
estos hechos provocados por la especie humana atentan contra los equilibrios
básicos que se han formado durante millones de años y que
han permitido el desarrollo de la vida en este planeta.
El crecimiento de la población mundial agrava gran parte de estos
desequilibrios. Pero, paradójicamente, no son las zonas del mundo
en las que existe más crecimiento de población las principales
responsables de la destrucción de estos equilibrios. El modelo de
civilización «Occidental» -industrialista, productivista
y consumista- es el principal agente de destrucción de recursos
y de contaminación. Las empresas transnacionales son los misioneros
que lo extienden por todo el planeta. La dinámica del neocapitalismo
supranacional necesita la expansión mundial de sus mercados: impone
un ritmo acelerado en todas las esferas de la vida y produce una fuerte
concentración de poder de decisión en pocas empresas transnacionales,
que están por encima de los Estados-Nación y de los organismos
internacionales.
Esta expansión de los mercados se presenta, a menudo, bajo el
eufemismo de «cooperación con los países subdesarrollados».
Crea unas falsas esperanzas a millones de personas que no pueden, ni podrán,
vivir en la «paradisíaca» sociedad de consumo, sin que
la Tierra se convierta en un inmenso vertedero de residuos. El sistema
occidental ofrece unos «bienes» (y «males») y unos
«servicios» (y «deservicios») sólo a una
pequeña parte de la población mundial, gracias a la explotación
de la mayoría y a la degradación del planeta.
La expansión de los mercados, limitada por la falta de capacidad
adquisitiva de las poblaciones explotadas y endeudadas, se ha orientado
durante décadas a la industria militar. En los últimos años,
con la reducción de la carrera de armamentos, producida por los
cambios en la conflictividad Este/Oeste, los complejos industriales han
de encontrar otras salidas para su expansión «pacífica».
De hecho, indirectamente, el Tribunal Permanente de los Pueblos reunido
en Berlín en 1988, ofrecía una solución en este sentido.
Después de denunciar al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional
como los principales responsables del endeudamiento de la mayoría
de los Estados no occidentales, el Tribunal proponía que «se
recorte el gasto militar anual en un 20% y que este ahorro se utilice para
cancelar la deuda del Tercer Mundo. Esto eliminaría la deuda en
5 o 6 años» ya que es necesario «darse cuenta de que
la deuda del Tercer Mundo es ligeramente superior al billón de dólares
y que el gasto actual por temas militares en un año es aproximadamente
el mismo1».
Toda esta situación tan compleja -aumentada por el impacto de
los medios de información de masas- provoca al mismo tiempo la alarma
entre la población y la parálisis de los políticos
de los Estados y de los organismos internacionales. Sin embargo, estamos
descubriendo que muchos de los grandes problemas que nos afectan serán
irreversibles en los próximos decenios si todo continúa igual,
es decir, si no tomamos decisiones conscientes. Y las catástrofes
no solamente afectarán a los pobres, como hasta ahora, los ricos
también sufrirán las consecuencias.
Parece que la democracia formal actual no está diseñada,
ni está a punto, para afrontar problemas complejos ni cambios vertiginosos
y permanentes. Las instituciones políticas democráticas están
demostrando que no saben o no pueden tomar decisiones, ni urgentes ni a
largo plazo. Como dice el profesor de Harvard, Daniel Bell, «los
Estados-Nación son demasiado pequeños para hacer frente a
los grandes problemas y demasiado grandes para los problemas pequeños».
Los políticos -con los parlamentos- están condicionados por
los votos de los ciudadanos que no siempre están informados de la
gravedad de la situación o que no quieren perder privilegios. Pero,
los políticos también están condicionados por la financiación
de las campañas electorales. Los bancos y las empresas son los principales
financiadores (legales o ilegales) de los partidos. Los poderes fácticos
-gracias en gran parte al anonimato del dinero- son los que, en última
instancia ponen condiciones a la toma de decisiones vía financiación
de los partidos, vía soborno de políticos, jueces y funcionarios
y vía control de los medios de información de masas (y, por
tanto, a la toma de conciencia de la población).
Los Estados, con los instrumentos de que disponen, están incapacitados
para protegerse de la estrategia supranacional de los grandes bancos que
dictan el orden económico internacional (dictadura financiera),
dominan cada vez más las mismas empresas transnacionales y se sirven
de los cargos públicos de los Estados y de los Organismos Internacionales
para implantar la política económica conveniente a sus intereses.
«Las corporaciones han empezado a ser dominadas por los magos de
las finanzas que saben muy poco de producción, pero que lo saben
todo sobre estrategias... financieras2».
El llamado «mercado libre» -panacea de la autorregulación-
no existe prácticamente en ninguna parte, ni dentro de los Estados-Nación
ni en el comercio mundial. Los monopolios, los oligopolios y la intervención
pública copan casi todos los mercados estratégicos o más
rentables. Y detrás de todos ellos «ayudados por la revolución
de las tecnologías de la información y de las comunicaciones,
los banqueros privados presiden hoy una red integrada de finanzas globales»
(ídem: página 3) que domina todos los mercados -oligopolísticos,
monopolísticos y de competencia imperfecta. Incluso, el mercado
de las ideas, de la información y de la política forma parte
de esta red.
Todas las propuestas a favor de un Nuevo Orden Económico Internacional,
de la mejora del nivel y de la calidad de vida de la población empobrecida,
de la defensa del medio ambiente... no solamente han de pasar por la criba
de los intereses electoralistas de los parlamentos de los Estados y por
la criba de los medios «de información» de masas, sino
por el derecho de veto (antidemocrático) de las Naciones Unidas,
y sobre todo, por el derecho de veto del Fondo Monetario Internacional
y del Banco Mundial (sindicatos patronales de los «Money Mandarins»).
Estos Mandarines del Dinero, motivados por los beneficios a corto plazo,
están creando, sin ninguna legitimización democrática,
un orden económico supranacional que influye en la vida del planeta
y que cierra las puertas a los cambios que convendría emprender.
La hipótesis central que se ha expuesto en el libro es la siguiente:
las bases de la democracia -Estado de derecho y justicia social- han sido,
son y serán sólo formales -no reales- para la mayoría
de la población mientras el tipo de moneda permita actuar impunemente
a los poderes fácticos e imposibilite una mejora radical de la ciencia
económica y de su eficacia práctica. Modificar el tipo de
instrumento monetario parece, pues, una condición necesaria -aunque
no suficiente- para que se puedan tomar democráticamente las decisiones
precisas. Dicho de otra manera: mientras exista un tipo de moneda anónima
y desinformativa, los cambios políticos serán aparentes,
sin demasiado impacto en los hechos más importantes, porque siempre
habrá alguien que, con dinero suficiente, impedirá la toma
de decisión correcta o disminuirá la eficacia en el caso
de que llegue a producirse.
Un cambio del tipo de moneda podría crear condiciones para superar
estos bloqueos y abrir las puertas a decisiones democráticas. Sin
pedir un cambio de ideología ni de fe, sin atacar aquello que cada
sociedad considera bueno, se propone sólo un acuerdo sobre la modificación
de un instrumento que permita responsabilizar, optimizar y modificar las
reglas de juego que cada sociedad establece.
Los cambios de instrumentos son mucho menos violentos que los cambios
de costumbres impuestos. «La astucia del cambio de hora nos muestra
cómo resulta muy fácil conseguir que todo el mundo se levante
cada día una hora antes declarando que, a partir de tal día,
cuando sean las 6 hora solar, todos han de interpretar que ya son las 7.
Sin duda, para poder conseguir el mismo objetivo por vía directa
o por coacción, habría sido necesario dictar muchos reglamentos,
promover muchos cambios horarios, montar una gran red de vigilantes...
Y, lo que es más molesto, tener que aguantar muchas protestas y,
quién sabe, quizás tener que enfrentarse a alguna revuelta
promovida por la gente a quien no apetece levantarse temprano3».
Esta es la gracia de los cambios instrumentales, cambios que todos los
gobiernos practican continuamente en política económica,
con total legalidad.
No siempre los cambios son necesarios. Pero, incluso cuando lo son,
no siempre son posibles. La inercia, la ignorancia o los intereses creados
bloquean a menudo los cambios. En momentos de crisis, quienes tienen interés
en mantener la situación de privilegio fomentan la sensación
de que todo va bien, que no puede existir nada mejor, que la condición
humana es así y que no hay nada que hacer, que no existe nada perfecto
y que es peligroso apostar por una nueva situación.
Sólo cuando la crisis es suficientemente fuerte se ve la necesidad,
apresuradamente, de buscar otros caminos. Pero a veces, debido a la intensidad
de la crisis se pierde la capacidad de buscarlos justo cuando más
falta hacen. La propia crisis nos perturba y nos lleva a caminos hollados
sin salida o a la parálisis.
Lo expuesto hasta aquí quiere al mismo tiempo ayudar a desvelar
la necesidad del cambio y a facilitarlo en una determinada dirección.
El cambio por el cambio es tan absurdo como la tradición por la
tradición. La dirección es importante y, a veces, se ha mostrado
errónea. Pero el cómo ir hacia él, no es menos importante,
y a veces, por no saberlo, se ha perdido hasta la dirección. Dicho
de otra manera, se propone un instrumento para intentar superar uno de
los problemas comunes a las revoluciones históricas: que todo cambia,
pero que el poder de unos pocos continúa.
Notas:
1Tribunal
Permanent dels Pobles, About the policies of the IMF and the WB,
Berlin Occidental, 1988.
2Wachtel,
Howard M., The Money Mandarins, Pantheon Books, Nova York, 1986
página 3.
3Casals,
J., Europa a l'any 2025 (inédito), Barcelona, 1976, página
7.
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