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Artículos publicados en el diario Avui, cuando Lluís Maria Xirinacs era senador independiente en las Cortes Constituyentes españolas, entre los años 1977 y 1979, traducidos al castellano.
Lluís Maria Xirinacs.
Artículos publicados en el rotativo Mundo Diario, cuando Lluís Maria Xirinacs era senador independiente en las Cortes Constituyentes españolas, entre los años 1977 y 1979.
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Publicaciones:
Lluís Maria Xirinacs.
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Capítulo 5. Aristóteles contra Platón.
Una visión «interesada» de la historia
de la moneda ha hecho predominar la visión aristotélica de
la moneda (tercera mercancía con valor intrínseco) por encima
de la visión platónica (signo monetario abstracto con el
cual hacer una regla de tres).
Inevitablemente, tenemos que hacer referencia, aunque sea mínimamente,
a la historia para intentar comprender de dónde ha surgido el enredo.
Es entre Platón y Aristóteles que los libros de historia
del pensamiento económico sitúan normalmente el inicio de
la polémica sobre la moneda.
Platón propuso que el dinero fuese un «símbolo»
arbitrario para facilitar el intercambio. Era hostil al uso del oro y de
la plata ya que, según él, el valor del dinero tenía
que ser independiente del material con el que se fabrican las monedas.
Aristóteles, en consciente oposición a la teoría
de Platón, fue el padre del siguiente razonamiento: (partiendo de
estas premisas) la existencia de una sociedad no comunitaria implica el
intercambio de bienes y servicios; este intercambio toma al principio la
forma de trueque; pero la persona que desea lo que otra tiene carece, tal
vez, de lo que ésta desea; (concluye) será, por lo tanto,
necesario aceptar a cambio alguna otra cosa que no se desea, con el fin
de obtener lo deseado por medio de otro trueque; entonces este hecho inducirá
a la gente a elegir una mercancía como medio de cambio; los metales
acostumbran a ser escogidos por sus características de homogeneidad,
divisibilidad, manejabilidad y estabilidad relativa del valor. Esta visión
metalista ha predominado hasta hace muy poco, a pesar de las graves contradicciones
a que la realidad la ha sometido.
En resumen, éstas son las dos posiciones sobre las que a lo largo
de los siglos, en Occidente, se han ido haciendo diversas variaciones sobre
dicho tema sin demasiado acuerdo. Las teorías a veces eran complementarias
y a veces contradictorias con las prácticas monetarias. La historia
de la moneda y de sus teorías es una historia llena de confusión
y de crisis.
El
propio Schumpeter en su monumental obra sobre la historia del análisis
económico1,
reconoce que «cualquiera que sean sus debilidades, esta teoría
-de Aristóteles- aunque siempre fue discutida, predominó
substancialmente hasta finales del siglo XIX e incluso más tarde.
Es la base del núcleo de todo trabajo analítico realizado
en el terreno del dinero». Ha influido de manera tan poderosa que
hoy en día el ciudadano corriente continúa pensando que el
papel moneda que se emite corresponde a una cantidad de oro encerrada en
los sótanos del banco central y desconoce, en general, la creación
bancaria de dinero.
Las teorías monetarias actuales reconocen y aceptan los cambios
realizados en el sentido de la progresiva abstracción de la moneda,
pero, a pesar de que muchas de ellas describen una realidad monetaria totalmente
desvinculada de la teoría metalista continúan estando, en
general, bloqueadas para imaginar un sistema monetario diferente. El sistema
monetario se convierte, así, en el fruto de los acuerdos entre las
potencias económicas y en el resultado de los fracasos de las autoridades
monetarias mundiales, siempre tentadas a arrastrar el peso de los metales
ante la «magia» de un dinero desvinculado de todo, que el sistema
bancario ha creado y que no se sabe controlar.
Todo
ello es el resultado del dominio -teórico y práctico- de
la visión aristotélica -el metalismo- que ha durado hasta
hace muy poco. «El metalismo teórico, generalmente asociado
con el práctico, aunque no siempre, se mantuvo en vigor a lo largo
de los siglos XVII y XVIII y triunfa, finalmente, en la «situación
clásica» cristalizada en el último cuarto del siglo
XVIII. Adam Smith ratifica substancialmente el metalismo. Y durante más
de un siglo fue aceptado casi universalmente -por Marx, implícitamente,
más que por ningún otro- hasta el punto de que la mayoría
de los economistas llega a sospechar no sólo de la inconsistencia
del razonamiento, sino incluso algo así como de propósitos
inconfesados detrás de toda expresión de opiniones antimetalistas2».
«Pero, también, hubo una tradición antimetalista
sin duda más débil, pero no menos antigua, si se admite que
sus orígenes se encuentran en la obra de Platón3».
Uno
de los intentos más audaces tanto en el campo teórico como
en el práctico fue el llevado a cabo por John Law en Francia a principios
del siglo XVIII. «Elabora la doctrina económica de su proyecto
con una brillantez y con una profundidad que le sitúan en la primera
fila de teóricos monetarios de todos los tiempos. Pero es evidente
que su análisis fue condenado durante dos siglos aproximadamente,
principalmente por el fracaso de su Banque Royale (...) de la Compagnie
des Indes absorbida por ella, debido a que las aventuras coloniales en
que estaba envuelta la segunda no resultaron ser en aquel momento sino
fuente de pérdidas».
«Si aquellas empresas hubieran sido un éxito, el grandioso
intento realizado por Law de controlar y reformar la vida económica
de una gran nación mediante los resortes financieros habría
asumido un aspecto muy diferente para sus contemporáneos y para
los historiadores». «Law subraya que las virtudes del papel
moneda consisten en que su cantidad se puede reducir a una administración
racional». «La plata que sirve de dinero (...) es perfectamente
sustituible por un material más barato y, en caso límite,
incluso por un material que no tenga ningún valor como mercancía,
como el papel impreso, ya que el dinero no es el valor por el que
se intercambian bienes, sino el valor mediante el que se cambian».
«Existía un gran plan, muy avanzado y en el camino del éxito:
era el plan de controlar, reformar y elevar a los más altos niveles
la economía de Francia. Esto es lo que hace del sistema Law el antepasado
genuino de la idea de moneda dirigida [lo que] significa administración
de la moneda y del crédito como medio de dirigir el proceso económico
(...) idea posteriormente perdida... hasta que se impuso a partir de 19194».
Este es un ejemplo del peso de la inercia de los paradigmas que constituyen,
guían y encajonan nuestra visión de la realidad. Cuando en
1919 se empieza a aceptar el papel moneda y a superar la necesidad de su
convertibilidad en oro, ya se iba de nuevo con retraso. La extensión
de las cuentas corrientes y de los cheques, con la correspondiente expansión
del crédito y la invención de dinero bancario, comenzaba
a hacer insuficiente el uso del papel moneda que ya no era adecuado para
«reducir su cantidad a una administración racional»
como decía Law. Hoy, con la introducción masiva de tarjetas
de pago, se reduce todavía más el efectivo en manos del público
y aumenta, por tanto, la capacidad de creación de depósitos
bancarios, de manera que billetes y piezas metálicas tienen cada
vez menor cuota de uso.
Notas:
1Schumpeter,
Joseph A. (1954), Historia del Análisis Económico,
Editorial Ariel, Barcelona, 1982, página 100.
2Íd.,
página 338.
3Íd.,
página 341.
4Íd.,
página 343.
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