Diario de un senador.

Mundo Diario. Sábado, 24 de Junio de 1978.

Universidad catalana diferente.

Hará un año que en el fervor inmediatamente posterior a las elecciones generales fuimos llamados diputados y senadores a una reunión informativa convocada por las tres universidades catalanas. Entre muchos otros parlamentarios asistí yo y pude así asomarme a un mundo del que estaba separado desde hacía unos quince años. Mi impresión fue muy grande. La Universidad catalana, con buena parte de su profesorado y sus tres rectores al frente, había dado un salto cualitativo adelante. Después de largos años de profunda estabilidad, daba la impresión de que se había creado un nuevo equilibrio, todavía incipiente y tierno, pero realmente admirable. La democracia interna, la autonomía de hecho, que no de derecho, estaban empezando a funcionar de verdad, rodeadas de inmensas contradicciones exteriores, porque el entorno universitario español no era nada halagüeño. Los otros centros superiores del Estado seguían debatiéndose en sus problemas insolubles. Incluso la tasa de subvención estatal concedida a las universidades catalanas era sensiblemente inferior a la media de las otras universidades. Venía a resultar el castigo por la democracia. El martes pasado, Jaume Sobrequés en el Senado dio el alto con palabras patéticas a un proyecto de Ley General de Universidades, que prepara la fracción más conservadora del Gobierno, el ministro de Educación, Íñigo Cavero y el de Justicia, Landelino Lavilla. Dijo Sobrequés que estarían en contra las universidades catalanas y la Entesa dels Catalans. Sus palabras apuradas y agresivas, motivadas por nuestro «hecho diferencial universitario catalán», levantaron tempestades de protesta e incomprensión, prácticamente de todos los demás grupos parlamentarios y especialmente del ministro Cavero. Daba la impresión de que, fuera de los senadores de la Entesa, ningún otro senador conocía nuestro maravilloso proceso autonómico universitario. Sobrequés no los explicó. Creo sinceramente que España aún no nos conoce, ni por tanto nos entiende. Quien las sepa debe explicar las cosas.

Lluís M. Xirinacs.