Diario de un senador.
Mundo Diario. Domingo, 14 de Mayo de 1978.
Un nuevo Finisterre.
Fui tan al fin de la tierra, que ni tuve manera de telefonear a MUNDO DIARIO mi crónica de ayer, sencillamente porque no había teléfono en ningún lado.
Estuve todo el día caminando por montañas de una altura de 1.000 metros de promedio, trescientos metros arriba, trescientos metros abajo, en un día que tuve la suerte que fuera sin lluvia y por tanto con poco barro, por pueblos del municipio de Piedrafita en la provincia gallega de Lugo, limitando con León y con Pontevedra.
Dejamos el coche en Liñares y, con el cura José Luis Sáez, partí a pie a Santalla. Descendimos, así en vertical hasta Trabazas. Pasamos la hondonada del río y ascendimos, también casi en vertical, hasta Sisto. De allí, siempre a pie, caminamos hasta San Foga, en donde un coche esperaba a un pobre senador descalabrado.
En los tres pueblos sólo un tractor. Ni se tienen tiesos en las cuestas, ni nadie tiene dinero para comprárselos. Todos labran con bueyes por pendientes impresionantes. La luz eléctrica de bajísima tensión, casi todo el invierno averiada, se la tuvieron que pagar ellos. Los caminos están imposibles. Llevar a los niños a la escuela municipal de Piedrafita cuesta levantarse a las cuatro de la mañana, andar tres horas a oscuras, con lluvia, con barro, con nieve hasta el autobús. Los niños permanecerán todo el día con los vestidos mojados. Las madres regresarán empapadas a casa en tres horas más. Un enfermo que necesita un jeep, debe mandar alguien a telefonear a Piedrafita. Tarda tres horas hasta el teléfono. Un viaje en jeep cuesta 3.000 pesetas. La gente no prueba el jamón de sus propios cerdos. Necesitan venderlo para tener algún dinero. Siempre comen tocino graso. Deben pagar a la Seguridad Social como trabajadores autónomos y también absurdamente como empresarios. Dan la leche de las vacas a los cerdos porque no tiene salida. La letanía sigue y es escalofriante.
Luego, en una conferencia en Lugo, me vi obligado a clamar justicia, a exigir una mínima carretera hasta este ignorado fin del mundo.
Lluís M. Xirinacs.