Diario de un senador.
Mundo Diario. Miércoles, 10 de Mayo de 1978.
Rizando el rizo.
La mención de la muerte de Aldo Moro constituyó el primer punto de la sesión plenaria del Senado.
Muchas veces he dicho que este fenómeno de nuestro tiempo que los poderosos han venido a bautizar con el nombre de «terrorismo» es un fenómeno secundario. Que los bautizantes apresurados suelen ser los responsables de algo que debería llamarse terrorismo primario.
Quienes con más dureza pusieron sobre el tapete de la historia ese terrorismo secundario fueron los palestinos, que realizaron fulgurantes incursiones en aeropuertos o durante la celebración de los Juegos Olímpicos. Pero a nadie se le oculta que el número de sus víctimas inocentes es pequeño comparado con toda la nación palestina expulsada violentamente de su territorio y condenada a vivir o a morir en tiendas, en medio de un desierto, años y años, ante la pasividad internacional más absoluta. Israel fue la terrorista primaria, por mucho derecho histórico que tuviera a disponer de un solar patrio. Patriotas judíos hubo que, con muy buen acuerdo, propugnaron la confraternización de árabes e israelíes por medio de un arreglo no violento. Pero fueron arrumbados como un estorbo a la hora de los tanques y de los cañones, después de haber sido utilizados en los primeros momentos de la penetración para engañar a los autóctonos. Nadie extrañe que quién es aplastado sin entrañas se vuelva contra su agresor empleando métodos sin entrañas, debido a la situación de desesperación. Lo terrible del momento actual es que se está rizando el rizo y detrás de los aparentes terroristas oprimidos de segundo grado, sean Brigadas Rojas, sean otros, se están escondiendo unos terroristas de tercer grado que vienen a coincidir con los de primer grado. Los poderosos se infiltran entre los oprimidos, les hacen dar la cara, se vuelven a imponer desde la sombra y así se cierra el círculo interno. La guerra va ocupando ámbitos más ocultos, más tenebrosos. ¿Qué lejía política podrá limpiar esos bajos fondos de nuestra sociedad moderna?
Lluís M. Xirinacs.