Diario de un senador.
Mundo Diario. Viernes, 28 de Abril de 1978.
Los parados, al Senado.
El otro día hablaba de que el paro finalmente llegó al Senado. Hoy añado que no sólo el paro sino los parados.
Ya da pena que, en las Comisiones establecidas por el Ministerio de Trabajo para dictar medidas contra el paro, tengan plaza representantes de las asociaciones patronales y de las asociaciones sindicales más importantes y que, en cambio, estén ausentes los parados, que, después de realizar ímprobos esfuerzos y superar incontables zancadillas, se constituyera el Movimiento Unitario de Parados en la asamblea celebrada en Madrid el 19 de Marzo pasado con asistencia de treinta mil representantes. ¿Por qué esa fea costumbre franquista de hablar de la gente sin oír a los interesados? ¿Por qué ese paternalismo político de querer resolver los problemas de uno sin contar con uno?
Eso pregunté al ministro en el Pleno del Senado. Él había recibido el 31 de Marzo una carta con la exposición de motivos y lista de reivindicaciones de los parados y aún no ha dado ninguna respuesta.
Es cierto que las comisiones tratan de temas que están en la lista. Pero sólo de algunos, y una mínima respuesta bien se la merecían, aparte de que yo creo que lo que se merecen es sentarse y negociar en las mismísimas condiciones por derecho propio.
Es una vergüenza que cueste tanto conceder el derecho de asociación a ese millón de parados que quieren asociarse para luchar por salir de él. Y es una vergüenza que cuando se trata de resolver el paro no se de paso a los interesados.
El nuevo Ministerio de Trabajo ciertamente se esfuerza en resolver desde su ángulo parcial esta problemática, pero se guía por criterios bastante subjetivos.
Tampoco en el Senado nadie representaba la voz de los parados. Me tocó a mí hacerlo. Leí toda su lista reivindicativa punto por punto. Funcioné como su correa de transmisión. Hay que hacerlo. Las marginaciones rompen el sentido democrático, enfrentan unas facciones sociales con otras y generan un aumento de la delincuencia.
Lluís M. Xirinacs.