Diario de un senador.
Mundo Diario. Jueves, 20 de Abril de 1978.
Guerra de nervios.
Ayer pedía a los políticos que no dejasen solo a García Valdés en su difícil cometido de reforma carcelaria. Hoy, sólo veinticuatro horas después, insisto, si cabe con más fuerza, en lo mismo. El gran ejército de los demócratas debe moverse a una, conjuntamente, en el Gobierno, en el Parlamento, en los Tribunales, en los territorios, donde quiera que sea.
Ayer pedía una ayudita, que bien puede prestarse desde el Parlamento. Hoy veo que García Valdés puede quedar engullido por la dificilísima situación penitenciaria heredada. Ayer avisaba que habría de nuevo provocación en Carabanchel. Hoy García Valdés ya no ha sido diáfano como nos tenía acostumbrados. Dice que en Carabanchel no ve peligro de motín, que se trata sólo de problemas internos que se irán arreglando.
Un preso muerto nos alecciona a todos sobre qué clase de problemas internos hay en Carabanchel. Un director general muerto nos puso de manifiesto los problemas internos de las instituciones penitenciarias.
No se habrá asustado García Valdés. Sabrá de sobra que hay funcionarios no democráticos y de mucho rango. Será conocedor de cómo se está fomentando en Carabanchel la anti-Copel. ¿Por qué tantos meses de castigo de más a los que ahora acaban sus sanciones? ¿No hará cesar a los responsables de las últimas terribles provocaciones?
El nuevo intento democrático español está socavado por muchos pozos y túneles, excavados hasta debajo mismo de las instituciones más importantes. Es sólo un susto.
A lo mejor lo del suicidio de Aldo Moro es también sólo un susto para consuelo de la vecina democracia italiana y podemos seguir todos riendo y jugando a «yo quiero esto. Pues yo, aquello».
Ante la guerra de nervios desatada hay que hacer algo más eficaz que visitas, declaraciones y palmaditas de felicitación.
Lluís M. Xirinacs.